Mientras en las casas los refrigeradores se calientan, los niños sudan sin abanico y los apagones alcanzan casi las 20 horas diarias, el régimen cubano montó su más reciente espectáculo de propaganda en Ciego de Ávila, la nueva “ganadora” de la sede para las festividades del 26 de Julio. Y como si no bastara con la falta de corriente, la escenita vino acompañada de sirenas, banderas y gritería montada sobre camiones y motos policiales. Puro circo en medio de la oscuridad.
En pleno apagón, la farsa oficialista no se detiene.
La caravana con luces y bocinazos recorrió la ciudad como si se tratara de un desfile de victoria… pero la gente apenas se viró a mirar. Unos cuantos observaban desde la sombra, otros seguían resolviendo con velas. La escena parecía sacada de una tragicomedia: una celebración oficialista que no conmueve a nadie y que solo sirve para confirmar cuán lejos está el gobierno de la realidad del pueblo.
Díaz-Canel, como buen repetidor de guiones gastados, salió en redes a felicitar a los avileños “por su constancia y esfuerzo”. Según él, Ciego se ganó la sede gracias al “talento de su pueblo” y a sus logros “en medio de situaciones complejas”. Claro, complejo es que el agua apenas llegue, que el pan racionado salga un día sí y otro no, y que las horas sin electricidad superen las de luz. Pero, según la narrativa oficial, eso es un “mérito”.
La propaganda no se alimenta de harina, pero sí de aplausos forzados.
Los medios del régimen, sin rubor, aseguran que la provincia avileña mantiene una “estabilidad” en lo económico, político y social. Incluso hablan de avances en la producción de alimentos. ¿De cuáles hablan? Porque en la calle, la gente pelea por un boniato y la comida sigue siendo una ruleta rusa diaria. Esa “estabilidad” de la que tanto presumen solo existe en los papeles que firman los burócratas.
Mientras tanto, el cubano común —el de verdad, el que no sube a camiones para ondear banderas por encargo— sigue inventando cómo sobrevivir. Porque entre el desabastecimiento, los cortes de agua y los apagones interminables, celebrar un 26 de Julio es más una ofensa que un motivo de orgullo.
Una Cuba en tinieblas, con el casete rayado de siempre.
El desfile en Ciego no fue más que otra escena del mismo guión que el régimen lleva décadas repitiendo: llenar las calles de ruido para tapar el silencio de los estómagos vacíos. Una Cuba que se cae a pedazos, pero donde el gobierno sigue premiando a quienes mejor disimulan la miseria.
La única “estabilidad” que se mantiene en la isla es la del cinismo del poder. Porque para el régimen, da lo mismo si hay luz o no, si hay pan o no, si hay agua o no… lo importante es que haya desfile, aplausos fingidos y un tweet con palabras huecas.
Y mientras ellos celebran, el pueblo, como siempre, se queda con las velas encendidas y la esperanza apagada.