La crisis cubana no solo se mide en apagones, comida por la libreta o colas eternas. También se palpa en el rostro desencajado de nuestros jóvenes, víctimas de una droga sintética que sigue esparciéndose como plaga: el temido “químico”. Esta vez, el asunto se puso más retorcido cuando la Policía detuvo en Guanabacoa a un hombre que escondía decenas de dosis dentro de una matrioska rusa, como si la realidad nacional no fuera ya lo bastante surrealista.
Según fuentes ligadas al propio Ministerio del Interior (MININT), el detenido, identificado como Dayan, fue interceptado en la intersección de Martí y Santa Ana, Villa #1. El sujeto cargaba 33 envoltorios con el químico metidos dentro de la muñequita de madera, todo eso guardado en una riñonera, tratando de burlar la vigilancia en uno de los barrios más golpeados del este habanero.
Una muñeca rusa convertida en trampa mortal
Las publicaciones que manejan perfiles afines al régimen no tardaron en soltar la alarma, usando ese tono de falsa moral que tanto les gusta. “Ya no se sabe qué van a inventar para mover ese veneno que está matando a nuestros jóvenes”, decía una de las cuentas oficiales. Otra lamentaba el hecho de que algo “tan nocivo se esconda dentro de algo tan inocente”.
Pero el problema no es solo la forma en que se camuflan las drogas. El verdadero drama está en cómo el consumo del químico ha tomado por asalto los barrios, multiplicando los casos de adicción, violencia y desesperación. En cada esquina hay un chamaco que ya no es el mismo, con la mirada perdida y los músculos crispados por una sustancia que el régimen no puede —o no quiere— detener.
Imágenes que estremecen y muestran una realidad podrida
Esta misma semana, se hizo viral en redes un video brutal de un hombre completamente ido por efecto del químico, en lo que muchos identificaron como el reparto Bahía, en La Habana del Este. Lo más preocupante es que no fue un caso aislado. Durante el último año, han circulado decenas de videos igual de escalofriantes, con jóvenes retorciéndose, gritando o desplomados en plena calle, atrapados en un viaje sin retorno.
También fue noticia otro video, esta vez grabado en La Palma, Arroyo Naranjo, donde un grupo de vecinos casi lincha a un joven que intentó asaltar con arma blanca a la administradora de una bodega. El motivo: necesitaba dinero para su dosis. Sí, así de podrido está todo.
La Habana, convertida en un supermercado de drogas a cielo abierto
Las redadas policiales no paran. El 8 de junio, de madrugada, hubo un operativo en el barrio Dragones, Centro Habana, que terminó con un arresto más. A principios de mes, otra redada en Luyanó Moderno, San Miguel del Padrón, dejó varios detenidos y la incautación de estupefacientes y dinero.
Aunque el régimen trata de vender la imagen de “mano dura” con operativos espectaculares, la verdad es que las drogas ya se consiguen en casi cualquier cuadra, como si fueran pan o cigarros. Y lo más triste: los consumidores cada vez son más jóvenes. Muchos de ellos menores de edad, incluso dentro de las escuelas.
Un régimen sin respuestas y con más castigos que soluciones
Desde el año pasado, la dictadura ha intensificado su discurso represivo, endureciendo las penas y aplicando castigos ejemplarizantes que van desde los 30 años de cárcel hasta cadena perpetua o incluso pena de muerte. Pero esas sanciones no han logrado frenar la epidemia.
Mientras la policía se enfoca en atrapar al último camello de barrio, el régimen sigue ignorando las raíces del problema: la falta de oportunidades, la desesperanza, la miseria generalizada que convierte cualquier vía de escape en una tentación.
Y mientras ellos posan en los noticieros como héroes de la ley, las calles siguen siendo territorio del químico, ese veneno barato que le está robando el alma a toda una generación, bajo el silencio cómplice de un sistema que ya no tiene nada que ofrecer.