Este Día de los Padres, el gobernante Miguel Díaz-Canel intentó, una vez más, disfrazar la tragedia cubana con una postal edulcorada y palabras vacías. Publicó en su cuenta de X una imagen en la que aparece una familia campesina, los Ortúzar, mostrando tres generaciones que, según él, han “abonado la tierra pinareña con sacrificio, innovación y amor por Cuba”.
Pero lo que no mencionó —porque jamás lo haría— es que muchos padres en Cuba no tienen nada que celebrar, y mucho menos motivos para sonreír ante los discursos de un régimen que les ha arrebatado hasta el derecho a criar a sus hijos en libertad y con dignidad.
“Un día como hoy se respira tristeza”, le dijo el pueblo
La respuesta del pueblo cubano no se hizo esperar. Las redes sociales se llenaron de mensajes que desnudan la hipocresía del discurso oficial. “Padres separados de sus hijos por culpa del exilio forzado, padres presos por pensar distinto, padres sin nada que poner en la mesa por culpa de un sistema que les robó el futuro”, escribió un usuario, dejando claro que la realidad no cabe en las postales del Partido.
Mientras el Palacio se aferra a imágenes idealizadas, la Cuba de verdad sigue rota, con miles de familias partidas por el dolor, el hambre y la represión.
Wilber Aguilar: un padre entre rejas y esperanza
Uno de esos tantos padres que encarnan la resistencia y el amor en medio del desastre es Wilber Aguilar Bravo, quien hace poco visitó a su hijo preso, Walnier Luis Aguilar Rivera, encarcelado por alzar su voz durante las protestas del 11 de julio.
En un día que debería ser de unión y abrazos, Wilber pidió libertad no solo para su hijo, sino para toda Cuba. Su gesto, más que simbólico, fue una bofetada de verdad a la propaganda hueca del régimen.
El hambre y el exilio también dejaron su huella
Otro cubano fue más directo aún: “Los padres cubanos o se han muerto de hambre o de tristeza porque sus hijos tuvieron que escapar de tu dictadura”. Esas palabras, crudas y sin maquillaje, resumen la angustia diaria que vive una nación atrapada en el autoritarismo.
Porque aunque Díaz-Canel y su círculo sigan publicando mensajes decorados con héroes de cartón, el pueblo ya no se traga el cuento. No hay postal que tape el sufrimiento. No hay frase que borre las ausencias en la mesa ni los hijos que se fueron sin mirar atrás.
Felicidades, sí. Pero para los padres valientes que resisten, que luchan, que sueñan con una Cuba distinta. No para los que se esconden detrás de un escritorio y un discurso podrido de mentiras.