Mientras en Cuba la gente sigue fajá’ con el pan de cada día, el embajador de Estados Unidos, Mike Hammer, volvió a demostrar con hechos lo que es una diplomacia de verdad, de la que escucha, camina y mira a los ojos.
Durante uno de sus recorridos por la Isla, el diplomático se detuvo en una plaza dedicada a José Martí y cerró su visita citando al Apóstol: “Hacer es la mejor manera de decir”. Y vaya si lo hizo. No hubo discurso pomposo ni cámaras oficiales, solo presencia, respeto y conexión real con el pueblo. Algo que hace rato no se ve en los que dicen gobernar este país.
La calle es su oficina y el pueblo su prioridad
Hammer no está encerrado en aire acondicionado escribiendo informes desde un escritorio. Anda por las calles, entra a las iglesias, conversa con la gente de a pie, con quienes madrugan por un pedacito de pollo o aguantan apagones eternos. Esa cercanía no es casual, es un mensaje: la diplomacia no tiene por qué ser distante, ni mucho menos elitista.
Mientras tanto, los jerarcas del régimen andan ocupados en otro capítulo de su tragicomedia propagandística.
El show barato del régimen con aplausos incluidos
Hace poco, el castrismo decidió homenajear a una funcionaria estatal que montó un espectáculo tan mal ensayado que ni en el ICRT lo habrían aprobado. La protagonista del show, la ahora “condecorada” Castro Toledo, se acercó con tono agresivo a Hammer, supuestamente para “decirle unas cuantas verdades”.
Pero el numerito fue tan forzado que hasta el guion se le caía a pedazos. Mientras ella hablaba, otro “ciudadano espontáneo” grababa todo con el celular y unos cuantos agentes vestidos de civil fingían ser pasajeros comunes. Nadie más participó. Ni un alma se sumó al circo. Y eso, en un país donde el miedo a expresarse es ley, lo dice todo.
La elegancia como antídoto al ridículo
Hammer no se rebajó al nivel del bochinche. En lugar de responder con gritos o acusaciones, publicó un video sereno donde contó el episodio con claridad y reafirmó su apuesta por una diplomacia que se hace a pie, en la calle, de frente con el pueblo cubano.
“Eso es lo que quiero hacer: recorrer el país, escuchar diferentes opiniones del pueblo cubano y compartir con ellos”, aseguró el embajador, con una calma que desarmó por completo la provocación.
En resumen, mientras el régimen sigue fabricando enemigos imaginarios para justificar su fracaso, el diplomático estadounidense gana terreno con una fórmula que en Cuba escasea: respeto, diálogo y decencia. Y aunque traten de empañarlo con shows baratos, la realidad salta a la vista: Hammer está más cerca del cubano de a pie que cualquiera de los que se atrincheran en el poder desde hace más de seis décadas.