El béisbol cubano vuelve a sacudirse, no por un jonrón ni una gran jugada, sino por otra muestra del abandono y la precariedad que rodea al deporte nacional. Esta vez fue el joven jardinero Greison Pestana, del equipo de San Luis, quien terminó pagando caro la falta de condiciones en los terrenos de juego. Durante un partido de la Serie Provincial de Pinar del Río, celebrado el 14 de junio en el estadio Jesús Corrales de Mantua, el muchacho sufrió una fuerte lesión tras estrellarse contra el muro mientras intentaba atrapar una conexión profunda.
El batazo, que finalmente terminó en jonrón, salió del madero de Yesdier Ligüeña, del conjunto de Mantua. Pestana, sin pensarlo dos veces, se lanzó a por la bola con todo lo que tenía, sin imaginar que el muro —duro, sin protección y traicionero— estaba tan cerca. El choque fue brutal. El estadio entero se quedó en silencio. Fue uno de esos momentos donde se te hiela la sangre.
Un parte médico que duele más por lo evitable
El periodista deportivo José Raúl Díaz Barrios fue testigo del momento y recogió las declaraciones del doctor Juan Manuel Valdés Castro, médico del equipo local. El diagnóstico: conmoción cerebral y múltiples heridas que requirieron sutura. Para suerte de todos, no hubo fracturas, pero el golpe fue fuerte y obligó a Pestana a retirarse del partido.
Minutos después, ya más repuesto, el propio jugador quiso tranquilizar a quienes se preocuparon por él: “Estoy bastante bien. No hubo fracturas, pero tengo que descansar hasta la semana que viene. Gracias a Dios todo está bajo control”. Aun así, la pregunta incómoda quedó flotando en el aire: ¿por qué seguimos jugando en estadios que no cumplen con lo más básico?
Un muro sin protección, otra metáfora del sistema
Lo del Jesús Corrales no es nuevo. Es solo otro ejemplo de cómo el régimen mantiene en ruinas la infraestructura deportiva del país, mientras sigue vendiendo al mundo la imagen de una “potencia deportiva”. En este estadio, como en tantos otros a lo largo de la isla, no existe ni una sola colchoneta en los muros para amortiguar impactos. Es decir, el riesgo de terminar lesionado está siempre ahí, esperando al próximo pelotero que se entregue con pasión.
Este accidente vuelve a poner sobre la mesa un problema tan viejo como ignorado: la falta de inversión real en el deporte cubano que no esté al servicio del espectáculo político. Los recursos se van en propaganda, en desfiles de falsa gloria, pero los muchachos en el terreno tienen que jugar entre baches, muros sin acolchonamiento y guantes remendados.
Adolis García sigue brillando en la MLB, lejos del desastre
Mientras tanto, lejos del abandono y el polvo, José Adolis García sigue escribiendo su propia historia de éxito en la MLB. El “Bombi” conectó su jonrón número 130 en Grandes Ligas, acercándose al puesto de Yasiel Puig entre los principales jonroneros cubanos en la historia de las Mayores.
Con esa conexión, Adolis quedó a solo tres vuelacercas de superar al cienfueguero, que acumula 132. Aunque su promedio al bate este año no ha sido el mejor (.218), su poder ofensivo sigue siendo una pieza clave para los Rangers de Texas, que lo necesitan más que nunca para remontar posiciones en su división.
Mientras en Cuba los peloteros se juegan el físico en campos peligrosos y mal mantenidos, en Estados Unidos los nuestros siguen demostrando de qué están hechos… cuando se les da la oportunidad de jugar en condiciones dignas.
Lo que pasó en Mantua no es un accidente más. Es el reflejo de un sistema que ya ni puede cuidar a sus atletas. Y eso, en un país que presume de su deporte, es simplemente imperdonable.