Mientras en la prisión de máxima seguridad La Pendiente, en Villa Clara, los reclusos apenas pueden tragar el pan que les dan, en las calles de La Habana los voceros del castrismo se pasean sin pudor por panaderías gourmet, metiendo en su jaba productos que el cubano de a pie ni puede oler.
La denuncia, compartida este Día de los Padres por el colectivo Las Taniadas, dejó al descubierto una realidad vergonzosa que muchos prefieren callar: los presos en Cuba están siendo literalmente matados de hambre. En una de las fotos publicadas se ven dos panes que no parecen ni eso. Según el post, los propios reclusos pidieron a sus familiares que documentaran la miseria que les sirven como alimento, para que el mundo sepa lo que ocurre tras los muros de esa cárcel.
“No son simples panes duros, son cosas tan mal hechas que ni quienes están desnutridos pueden comerlas”, dicen en la publicación. Pero eso no es todo: a la dieta de miseria se suman pescados podridos y viandas semicrudas con cáscara, en una clara muestra de desprecio hacia la dignidad humana.
Y como si no bastara con el maltrato, también denuncian que esa comida infame es parte de una estrategia macabra. El objetivo, aseguran, es recolectar sobras para alimentar a los puercos que crían los propios guardias, con fines personales. O sea, le quitan el pan al preso para cebar al cochino.
En esa misma cárcel —la de los panes incomibles— le negaron a una anciana el derecho de ver a su hijo antes de morir. Su nombre era Zoila Esther Chávez Pérez. Una madre que se fue de este mundo con el alma partida por un régimen que no perdona ni a los que ya no tienen fuerza.
Pero mientras eso pasa en las prisiones, Randy Alonso Falcón, el rostro servil de la Mesa Redonda, fue pillado comprando pan en la panadería Aceña, una de esas tiendas exclusivas que solo los enchufados pueden costear. El lugar, abierto las 24 horas en el municipio Playa, tiene precios de escándalo: un pan campesino cuesta hasta 280 pesos cubanos, cifra que para el 99% de los cubanos es simplemente inalcanzable.
Aunque no hay pruebas concretas, el colectivo apunta que ese negocio estaría vinculado a Mariela Castro o al propio “Cangrejo”, el entorno de poder más cerrado del castrismo. Y es que en un país donde todo está controlado, nada florece sin la bendición del poder.
Mientras el cubano lucha por conseguir el pan normado de la libreta, ese que ahora es más pequeño, más caro, que huele mal y a veces ni llega, el aparato del régimen se sigue empachando de privilegios. Alegan que no hay harina, pero la realidad es que solo escasea para el pueblo.
En redes, la indignación no se hizo esperar. “¡Así sí se puede hablar mierda en la Mesa Redonda y en Cubadebate! ¿No es verdad Randy?”, le espetaron al vocero oficialista. El reclamo lleva la firma de Zaida Artiaga, Anamely Ramos, Jenni Taboada, Tata Poet y Tania Tasé, mujeres que no se cansan de denunciar la podredumbre de un sistema podrido hasta la raíz.
Las fotos y las denuncias se han viralizado, y no es para menos: son el retrato crudo de la desigualdad, el abuso y la hipocresía que definen hoy a Cuba. En un país donde pensar diferente te lleva a la cárcel, tener hambre también es una forma de castigo. Y mientras los poderosos se relamen con pan de lujo, el pueblo sigue comiéndose el cuento… o lo que queda del pan.