La última pataleta del régimen cubano frente a las nuevas restricciones migratorias impuestas por Estados Unidos ha dejado al desnudo —una vez más— la hipocresía monumental con la que operan los jerarcas del poder en la isla. Desde La Habana, salieron a rasgarse las vestiduras, pero el pueblo cubano, que carga con décadas de represión y separación familiar, ya no se traga ese cuento.
La funcionaria Johana Tablada de la Torre, del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), intentó hacerse la graciosa en redes sociales, lanzando una indirecta cargada de sarcasmo: “¿Cuándo empieza la ‘linda conversación’ sobre la cancelación de visas para casi todos los cubanos?” La frase, que alude a declaraciones recientes del diplomático estadounidense Mike Hammer, busca colarse como crítica sutil, pero termina sonando más a burla para quienes siguen atrapados en la isla sin poder ver a sus familias.
Esta señora, que ha tenido más de un roce verbal con Hammer desde que el norteamericano aterrizó en Cuba, prefiere mirar hacia afuera antes que revisar el desastre que representa el régimen al que defiende. Porque mientras habla de derechos y visas, olvida que durante años el mismo gobierno cubano exigió el infame “permiso de salida”, también conocido como “tarjeta blanca”, negando a los ciudadanos la posibilidad de irse del país libremente.
Bruno Rodríguez, el eterno canciller del castrismo, también se sumó al show mediático. Con tono solemne, dijo estar “preocupado” por los derechos de los cubanos afectados por las nuevas medidas. Pero ese discurso suena hueco cuando viene de un funcionario que representa a un sistema que lleva más de seis décadas pisoteando las libertades fundamentales de su pueblo.
¿Ahora sí les duele la separación familiar? Qué curioso. Cuando el régimen controla a su antojo quién entra y quién sale del país, no hay una sola lágrima. Cuando impiden que un opositor regrese a ver a su madre enferma, no aparece ningún comunicado oficial. Pero si Estados Unidos aprieta un poco, entonces comienzan los lamentos y las acusaciones de “racismo” y “discriminación”.
Es un libreto viejo: presentarse como víctimas mientras se comportan como carceleros. Dicen defender el contacto entre familias, pero han convertido a la migración en un mecanismo de chantaje. Desde los tiempos del Mariel hasta la reciente estampida migratoria de 2024, el régimen ha usado a los cubanos como piezas de presión política, al tiempo que los castiga por querer escapar del desastre que ellos mismos han generado.
La gente no se quedó callada. En redes sociales, decenas de usuarios le recordaron a Bruno y compañía que el principal responsable del éxodo cubano es el propio gobierno. La miseria, la falta de futuro, la represión y la censura son las razones reales por las que más de medio millón de cubanos han salido del país solo en el último año.
Detrás del teatro diplomático hay un objetivo bien claro: seguir ordeñando los bolsillos del exilio, mantener la entrada de remesas a toda costa, y vender al mundo una imagen de víctimas inocentes, mientras puertas adentro se mantienen la vigilancia, el control y la represión sobre cualquier voz disidente.
Porque al final, esa “linda conversación” que tanto mencionan, solo ocurre entre ellos, de espaldas a un pueblo que sigue soñando con la libertad que les han negado por generaciones.
