Este Día de los Padres, mientras miles de cubanos se las vieron negras para poner algo en la mesa, Sandro Castro, el nietísimo de Fidel, decidió volver al circo digital con un show digno de una parodia surrealista. Entre historias excéntricas, frases sin sentido y mensajes que pretendían sonar profundos, el heredero de la casta más privilegiada de Cuba volvió a demostrar lo desconectado que está del país real.
“Yo antes vivía alojado en unos huevos… era un pequeño espermatozoide y luego creció esta inmensa criatura”, soltó Sandro en su Instagram, como si fuera un monólogo escrito por un guionista fumado. El tipo se celebró a sí mismo, como si el Día del Padre fuera una excusa para rendirse homenaje. Y no paró ahí: pidió que los “puretanos” —como llamó a los padres— se tomaran una “Cristach” y se fumaran un “tabacach” en su honor.
¿Reflexión o falta de respeto?
Mientras los padres cubanos luchan contra apagones, salarios que no dan ni para comprar un pan, y la angustia diaria de mantener a sus familias a flote, el nieto del dictador aparece celebrando con cerveza cara y frases ridículas. No es chiste, es la cruda evidencia de una élite que vive de espaldas al sufrimiento del pueblo.
Y como si la dosis de ego no hubiera sido suficiente, más tarde Sandro reapareció vestido como una mezcla de babalawo, jeque árabe y personaje de teatro callejero. Con túnica blanca, turbante y crucifijo, lanzó un mensaje que, en teoría, era sobre la paz mundial: “¡No a las guerras! La guerra destruye corazones”. Acompañó sus palabras soltando una paloma blanca, en un video con estética psicodélica que parecía más una limpieza espiritual improvisada en el Bosque de La Habana que un acto serio.
¿Críticas encubiertas o simple burla?
Aunque muchos se ríen de sus excentricidades, lo cierto es que Sandro empieza a jugar con el límite entre el payaso y el provocador político. No faltan quienes bromean con postularlo para presidente, entre memes y risas, pero detrás de esa imagen caricaturesca hay algo más.
Hace poco le dio “me gusta” a un comentario que se burlaba de Miguel Díaz-Canel, una acción mínima, pero que fue leída como un gesto de desaprobación hacia el actual régimen. Y en videos anteriores ha lanzado puyas contra ETECSA y los apagones, aunque siempre desde la comodidad de alguien que no sufre esas miserias.
Porque claro, Sandro podrá hacerse el espiritual, el místico o el artista incomprendido, pero nunca ha hecho una cola por pollo, ni ha esperado seis horas por un poco de agua. Es parte del sistema, de esa dinastía que exprimió al país durante más de seis décadas, mientras el cubano de a pie se hundía en la necesidad.
El vampiro de la revolución
Hay quienes lo ven como un bufón inofensivo, pero en su delirio mediático, Sandro Castro sigue mostrando, quizás sin quererlo, las grietas de una dictadura que ya ni sus propios herederos respetan. En cada video, entre frases absurdas y poses ridículas, se cuela la imagen decadente de una élite que se ríe del desastre que ellos mismos ayudaron a crear.
Y así, entre tabacachs, Cristachs y crucifijos colgando del cuello, el nieto del Comandante sigue jugando al influencer espiritual… mientras Cuba sigue apagada, rota y abandonada.