En una Cuba donde la vida diaria ya es una carrera de obstáculos, ser trans masculino es casi como jugar con desventaja desde el minuto cero. Aun así, un grupo de valientes ha decidido no quedarse en las gradas y se lanzó al terreno… no solo para patear una pelota, sino para gritarle al país que existen, que tienen derecho a vivir con dignidad y sin miedo.
El equipo se llama “Translúcidos”, y no por casualidad. Como explicó Merle Ramírez, uno de sus fundadores, “la sociedad ni siquiera sabe que los hombres trans existimos, mucho menos que también tenemos nuestras propias formas de ser masculinos”. Y vaya si tiene razón. En una isla donde todo lo que se sale del molde molesta al poder, ser diferente ya es un acto de resistencia.
Deporte, arte y lucha por el derecho a existir
Este grupo hizo historia al convertirse en el primer equipo de fútbol trans masculino en Cuba, un hecho que ya por sí solo rompe esquemas en una sociedad que sigue arrastrando prejuicios institucionales. El equipo jugó recientemente un amistoso en La Habana contra las “Fembolers”, pero el verdadero gol fue poner sus cuerpos en la cancha y sus voces en la conversación pública.
Merle, que además es fotógrafo, también presentó una expo artística como parte de las jornadas por la visibilidad trans. Porque para ellos, visibilizarse va más allá de un uniforme y un balón: se trata de ocupar todos los espacios que históricamente les han negado.
Davon Cornell Suárez, joven de 21 años y portero del equipo, lo dijo con claridad: “No somos un unicornio, ni venimos de otro planeta. Estamos aquí y somos reales.” Palabras que duelen y a la vez empoderan, porque en Cuba, todavía hay quienes prefieren fingir que estas personas no existen.
Una cancha en medio de la violencia y el abandono
Detrás del juego hay historias duras. Como la de un joven trans que fue apuñalado por su padrastro tras contarle su identidad. El equipo no solo le dio apoyo, también denunció el ataque, dejando claro que esta realidad va mucho más allá del deporte: es una batalla diaria contra el odio, el silencio y la impunidad.
Y mientras el régimen se llena la boca hablando de “derechos ganados”, como el matrimonio igualitario incluido en el nuevo Código de las Familias, la letra bonita de las leyes no llega al día a día. Todavía hoy, cambiar el sexo en el carné de identidad depende de un diagnóstico médico que te diga que “estás mal”. Peor aún: si tu identidad no encaja en el binarismo de hombre o mujer, simplemente te quedas fuera.
Inclusión de cartón, exclusión de verdad
Lo que estos jugadores están diciendo con su ejemplo no es solo “míranos”, sino “respétanos”. Están desmontando la falsa narrativa del gobierno que presume inclusión, pero mantiene estructuras que discriminan sistemáticamente a quienes se salen del guion.
No es algo nuevo. Los casos se multiplican y muestran el mismo patrón: violencia, discriminación y cero políticas reales. Una joven trans cubana admitió recientemente que se dedica a la prostitución, no por elección, sino porque es la única forma que encontró para reunir el dinero necesario para largarse del país. “Aquí no hay vida para nadie, pero para mí, mucho menos”, dijo, en una frase que resume el desamparo.
En Guantánamo, otra mujer trans fue rechazada en la puerta de un centro cultural exclusivo para mujeres, con el argumento de que no era “una mujer de verdad”. Ese gesto, tan pequeño y tan cruel, expone una verdad incómoda: incluso los espacios que se dicen inclusivos repiten los mismos prejuicios de siempre.
Una lucha que no cabe en discursos vacíos
La actriz y activista Kiriam Gutiérrez también levantó su voz, cuestionando los límites de esta supuesta apertura oficial. Según ella, los discursos del Estado suenan muy bonitos, pero en la práctica, los derechos siguen siendo papel mojado. La burocracia, los prejuicios y la represión no se desmontan con comunicados del CENESEX, sino con acciones reales que aún no llegan.
El equipo “Translúcidos” no busca lástima. Busca justicia. Busca que se les escuche, se les respete y se les garantice lo más básico: vivir sin miedo a ser quienes son. Y en esta Cuba donde la dignidad cada día vale menos, que un grupo de hombres trans se atreva a ocupar el espacio público es un golazo directo a la cara de un sistema que lleva décadas negándolos.
