Una nueva encuesta realizada por el Cuba Study Group en conjunto con el Instituto de Investigaciones Cubanas de la FIU acaba de confirmar lo que ya muchos intuíamos: los cubanoamericanos del sur de la Florida siguen teniendo fuertes vínculos con la isla, a pesar del abismo político y moral que los separa del régimen.
El estudio, titulado FIU Cuba Poll 2024, entrevistó a más de mil personas en esa zona del país y reveló que dos de cada tres cubanoamericanos aún tienen familiares cercanos en Cuba. Y no solo eso, más de la mitad quiere sacarlos de allá, ponerlos a salvo del desastre económico, la represión y la miseria que ha sembrado el castrismo durante más de seis décadas.
El corazón en Cuba, pero con los pies en tierra firme
El sondeo también muestra que el 52 % ha viajado a la isla, y un 42 % sigue mandando remesas. No porque apoyen al régimen —ni remotamente— sino porque saben que sus seres queridos allá viven en el borde del abismo, y muchas veces esos dólares son lo único que evita que pasen hambre o no tengan medicinas.
Y si nos fijamos en los que llegaron después del 95, el panorama es aún más claro: son los que más viajan, los que más ayudan, y también los que conocen de primera mano el infierno que se vive dentro del sistema cubano.
Pero cuidado: que haya contacto familiar no significa que haya confusión ideológica. El 55 % apoya mantener el embargo, aunque también hay un dato curioso: el 75 % cree que no ha servido para mucho. Eso sí, el apoyo a medidas que permiten sacar a la familia del desastre es abrumador, como el Programa de Parole Humanitario de Biden, que cuenta con un 72 % de respaldo.
Ideología aparte, la sangre tira
La encuesta también muestra algo que muchos políticos en Washington deberían entender de una vez: las conexiones personales con Cuba no tienen partido político. Tanto demócratas como republicanos, conservadores o liberales, coinciden en algo: hay que ayudar a la familia, aunque eso no signifique suavizarle la vida al régimen.
El estudio subraya que, aunque el apoyo al embargo ha bajado ligeramente en comparación con el 2022, la mayoría sigue creyendo en políticas duras contra la dictadura cubana. Y con razón. No se trata de odio, se trata de memoria: el exilio cubano no olvida los crímenes, la censura ni la persecución, por más que cambien las caras en el poder.
“El daño colateral que sufren los cubanos en la isla solo es parcialmente mitigado por el apoyo continuo a políticas que permiten o aumentan los contactos entre familias y amigos”, señala el prólogo del informe, con una frase que resume bien ese tira y jala entre la compasión familiar y el rechazo total al régimen.
Un pueblo dividido por el mar, pero unido por la verdad
Este sondeo, el cuarto desde que Trump se lanzó a la presidencia en 2016, deja claro que la política exterior de EE.UU. hacia Cuba sí afecta las emociones y decisiones del exilio, pero no al punto de cegar a nadie. Se puede amar a la familia sin justificar una dictadura. Se puede tender la mano sin regalarle oxígeno al castrismo.
Los cubanoamericanos lo tienen claro: no hay reconciliación posible con un sistema que sigue oprimiendo a su gente. Pero sí hay espacio para el afecto, la ayuda y la esperanza. Porque mientras exista un solo cubano libre en el mundo, el castrismo no podrá dormir tranquilo.