En medio de apagones interminables, hambre, colas y miseria, el régimen cubano se alista para montar su show por el centenario del nacimiento del dictador Fidel Castro, que cumpliría 100 años el 13 de agosto de 2026. Nació en Birán, Holguín, y aunque ya hace rato que lo enterraron, su sombra sigue pesando sobre el presente.
El Partido Comunista de Cuba, que no pierde oportunidad para rendirle pleitesía a su difunto jefe, anunció que los días 4 y 5 de julio celebrará su X Pleno, donde uno de los temas en agenda será precisamente cómo convertir ese aniversario en otra campaña de culto al líder, según confirmó el periódico Granma, que sigue actuando como el altavoz de siempre del partido único.
De museo en mansión a propaganda infantil
Aunque en vida el propio Fidel dijo que no quería estatuas ni monumentos, lo cierto es que el régimen lo convirtió en una figura sagrada. En noviembre de 2021 inauguraron un museo lujoso en pleno Vedado —una casona majestuosa que ya de por sí canta a hipocresía revolucionaria— donde se exhiben desde fotos hasta objetos personales del comandante.
La cosa no se queda ahí. Desde julio del 2024, han empezado a meter niños de entre 6 y 14 años en supuestos “talleres de museografía”, donde los chamas terminan repitiendo como papagayos el discurso oficial sobre Fidel, convertidos en pequeños guías adoctrinados al servicio de la memoria castrista.
Todo este circo, disfrazado de formación cultural, no es más que otra herramienta para sembrar la ideología del castrismo en la mente de los más jóvenes, justo cuando el país vive una de sus peores etapas.
Una efeméride entre ruinas y apagones
A las puertas del centenario, Cuba atraviesa una debacle monumental. Los apagones rebasan las 20 horas diarias en varias provincias, conseguir comida es una odisea diaria, y los precios —dolarizados en la práctica— suben como la espuma, mientras el peso cubano vale menos que un caramelo en la calle.
La desigualdad ya no se disimula. Mientras la mayoría sobrevive como puede, los privilegiados del sistema viven en otra realidad. La salud, la educación y el transporte —esos mismos sectores que el régimen usa como bandera— están hundidos en el abandono.
La gente se cansa, protesta, grita. Y el régimen responde con lo que mejor sabe hacer: más represión, más censura, más castigo para el que piensa distinto. La economía sigue varada en la misma receta fallida de siempre, con un gobierno incapaz de hacer reformas reales porque eso implicaría renunciar al legado del comandante, algo que ni Díaz-Canel ni su pandilla están dispuestos a hacer.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué van a celebrar en 2026? Porque lo único que abunda es el fracaso.
Mientras el pueblo pedalea, Fidel “cruza La Habana” en su Mercedes Benz
Como si no bastara con la miseria diaria, esta semana el Centro Fidel Castro Ruz decidió exhibir con bombos y platillos el Mercedes Benz 500 que, según dicen, usó el comandante durante más de 20 años.
El auto llegó al museo el 15 de mayo, y los medios oficialistas —como Cubadebate— no tardaron en soltar videos, incluyendo fragmentos del documental de Oliver Stone, donde se ve a Fidel paseándose como un jeque árabe por las calles habaneras en su carrito alemán de lujo.
Mientras el cubano de a pie se rompe el lomo pedaleando, montado en una bicicleta china o guagua estatal sin aire ni ventanas, el líder de la “revolución de los humildes” viajaba como emperador en un Mercedes importado, símbolo puro de la casta gobernante.
No es la primera vez que los Castros muestran ese gusto por la buena vida. Hace un tiempo, Sandro Castro, el nieto fiestero de Fidel, se grabó manejando un carro de lujo —otro Mercedes Benz— y soltó sin rubor: “Nosotros somos gente sencilla, pero de vez en cuando sacamos nuestros jugueticos”.
El descaro se les sale por los poros.
Un culto vacío en medio del hambre
Ese Mercedes Benz 500 que ahora brilla en una sala climatizada del museo es mucho más que un auto de colección. Es el símbolo perfecto de la doble moral del castrismo: mientras dicen defender al pueblo, viven rodeados de lujos que ni los cubanos más optimistas pueden soñar.
Con el país en ruinas, el régimen prefiere desempolvar reliquias de su máximo líder antes que reconocer su fracaso. Todo sea por mantener viva la narrativa heroica del comandante, aunque eso implique seguir hipotecando el futuro de los jóvenes con el mismo cuento de hace 60 años.
Porque si algo ha demostrado el castrismo, es que prefieren seguir vendiendo mitos antes que enfrentar la realidad.
