Después de una buena temporada en la que el pan liberado brilló por su ausencia, volvió a aparecer en la Isla de la Juventud… aunque más bien parece una burla. Cada unidad de 200 gramos, de esas que se deshacen con solo mirarlas, cuesta ahora 110 pesos cubanos, y no porque haya subido la calidad, sino porque los ingredientes vienen de mipymes que venden a precio de oro.
¿Y el Estado? Bien, gracias.
Fue el propio director de la Empresa Alimentaria, Alberto Mirabal, quien explicó que las 48 toneladas de harina con las que están horneando ahora fueron compradas en el sector privado, no entregadas por el gobierno. Y por supuesto, eso encarece todo. Ya ni la Cadena Cubana del Pan tiene acceso directo a los insumos. Lo poco que se consigue, se compra “por la canalita”, como diría cualquier cubano de a pie, o sea: a lo que aparezca y como se pueda.
Pan con nombre, cola y poca sustancia
La producción es tan ridícula que las panaderías apenas logran sacar entre 180 y 300 panes diarios. Y claro, como en todo en Cuba, se reparte en base a la cola: si hay mucho gentío, te tocan dos pancitos; si hay menos, pues suerte con eso. En otras palabras, no es una distribución para alimentar al pueblo, sino para racionar la miseria.
Por si fuera poco, ahora se viene un “reordenamiento” que en la práctica significa más control estatal disfrazado de autonomía. La Cadena Cubana del Pan desaparecerá, absorbida por la Empresa Alimentaria. Algunas de sus panaderías se convertirán en mipymes estatales, un invento más para hacer ver que hay cambios, aunque todo siga igual o peor.
Pan para los que puedan pagarlo
Ever Borges, quien dirige actualmente esa cadena en la Isla, soltó la noticia con total naturalidad: «Estamos esperando que los jefes bajen para hacer el traspaso. Luego seremos una mypime estatal y ya no nos llegará nada por la canasta. Habrá que comprarlo todo carísimo a las mipymes.» Y de paso anunció que harán galletas, palitroques y pancitos más caros. Como si eso resolviera el hambre de la gente.
En resumen, ahora todo dependerá de cuánto pueda pagar la empresa por los ingredientes. No hay subsidios ni políticas pensadas para alimentar a los más vulnerables. Solo habrá pan si el mercado lo permite, y el que no tenga cómo pagar, que aguante el hambre.
Una rebanada de pan para una minoría
Mientras las autoridades dicen que mantendrán la producción en algunas panaderías selectas, el pueblo lo que ve es más promesas vacías. A lo sumo, venderán pan a 100 pesos y buscarán opciones “más baratas” según las fichas de costo, como si eso fuera alivio para un cubano que gana 2.000 pesos al mes y vive con la soga al cuello.
Lo cierto es que el regreso del pan liberado no soluciona nada. Sigue siendo caro, escaso y reservado para los que tengan suerte… o dólares. El resto del país se revuelca en una economía salvaje, donde cada quien sobrevive como puede, mientras el Estado se lava las manos.
Desigualdad con sabor a harina rancia
Según la propia Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI), el precio del pan suave de 80 gramos alcanzó en abril los 60 pesos en Santiago de Cuba, el más alto del país. En Ciego de Ávila, el mismo producto costaba apenas 18. En La Habana, el precio osciló entre 21 y 58 CUP. O sea, ni siquiera el hambre es pareja en esta isla rota.
Matanzas fue la única provincia que reportó un precio único de 39 pesos. Pero en otras como Cienfuegos y Villa Clara, los precios superan los 50 pesos, empujando cada vez más al pan hacia el lujo, y no al alimento esencial que debería ser.
Pan con boniato, calabaza… y resignación
La escasez de harina ha llevado a provincias como Artemisa a mezclar el pan con boniato, yuca o calabaza, y aún así solo se distribuye en días alternos. En Guantánamo, el pan normado es exclusivo para niños menores de 13 años y centros sociales. El resto, si quiere pan, que lo pague a precios impagables.
En Cienfuegos, un simple pan de 200 gramos puede costar hasta 150 pesos, y en Santiago, la situación provocó protestas cuando se llegó a vender una bola de pan en 50 pesos en marzo. La gente no protesta por gusto, protesta porque el pan se volvió un lujo.
Y mientras el gobierno habla de reorganización y eficiencia, el pueblo pide a gritos que le devuelvan aunque sea lo mínimo: un pan al día, sin tener que empeñar el alma.
Porque en esta Cuba donde el dinero no alcanza y el pan no aparece, la revolución terminó siendo solo eso: una promesa hueca que ni el hambre logra tragar.