La vida siempre tiene formas raras de dar vueltas, y Lázaro Ramos González, un cubano de 69 años que sobrevive en las calles de Hialeah, lo sabe bien. Después de más de cuatro décadas sin saber nada de su familia en Cuba, este hombre, que muchos daban por muerto en su barrio de Regla, ha vuelto a tener contacto con los suyos gracias a las redes sociales… y a un golpe de suerte.
Todo empezó cuando el proyecto Conducta en Dade, conocido por mostrar las historias de personas sin hogar en el sur de la Florida, compartió un video donde Lázaro contaba parte de su vida. En cuestión de horas, la publicación se hizo viral. Fue entonces que alguien desde La Habana reconoció su rostro y lo asoció con aquel vecino que se fue en el Mariel de 1980 y nunca más se supo de él.
“Yo viví un tiempo en California, pero llevo años aquí, en la calle, sobreviviendo como puedo”, confesó Lázaro en su testimonio, con esa mezcla de nostalgia y resignación que tantos migrantes cargan a cuestas. Pero lo que nunca imaginó fue que ese video lo devolvería, aunque sea por teléfono, al seno de su familia.
Desde Regla a Miami, la voz del pasado volvió a sonar
Gracias a los comentarios y mensajes que comenzaron a llegar, el equipo de Conducta en Dade logró contactarse con Gladys Lavarieta, la expareja de Lázaro y madre de su único hijo, Lázaro Jr., a quien todos conocen como “Lachi”. Aunque el muchacho nunca tuvo relación con su padre, la llamada fue un momento cargado de emoción y lágrimas contenidas.
“Después de tanto tiempo, verlo y saber que está vivo… es algo que no se puede explicar”, dijo Gladys entre sollozos, en una llamada que rompió 45 años de silencio.
El drama de los olvidados
Este caso no es solo una historia aislada. Es un reflejo brutal del destino de muchos cubanos que, huyendo del infierno del castrismo, terminaron perdidos en el exilio, sin apoyo, sin rumbo y, lo peor, sin familia. Lázaro no es un caso raro: es uno más de esos tantos que quedaron a la intemperie mientras el régimen en la Isla sigue destruyendo familias enteras con su política de miseria y exilio forzado.
Aunque todavía no se sabe si tiene más parientes en Estados Unidos, el equipo de Conducta en Dade sigue moviendo cielo y tierra para conseguirle ayuda y sacarlo de las calles. Su historia ha tocado el corazón de miles, recordándonos que detrás de cada rostro olvidado hay una vida, un pasado y muchas veces, un futuro que todavía puede cambiar.
Porque en medio del abandono, la conexión humana sigue siendo el hilo que puede tejer segundas oportunidades. Y este reencuentro lo demuestra.
