La crisis eléctrica en Pinar del Río no tiene freno y ya roza el desastre. Este miércoles, directivos de la Empresa Eléctrica local soltaron, casi como quien no quiere la cosa, que hay circuitos donde los apagones superan las 30 horas corridas. Sí, más de un día completo sin corriente, sin agua, sin frío y sin paciencia.
La “confesión” se hizo a través de Radio Guamá, emisora del régimen en la provincia, que intentó justificar el apagón eterno con las excusas de siempre: que si la demanda subió por el calorón, que si la generación nacional está en el piso, que si no hay megavatios ni para rotar.
El colmo: ni cronograma tienen
En otras provincias, por lo menos se respeta una tablita de horarios que, aunque no se cumpla al pie de la letra, le da al pueblo una mínima idea de cuándo respirar. Pero en Pinar del Río, ni eso. Hay zonas que acumulan de 18 a 20 horas sin electricidad, y otras que superan las 30… y todo sin un mísero aviso previo.
Y cuando por fin regresa la corriente, apenas dura 30 o 40 minutos antes de volver a desaparecer. Un ciclo infernal que ni los funcionarios del régimen saben ya cómo justificar sin que se les noten las mentiras.
El pueblo desesperado, las autoridades ausentes
Como era de esperar, las redes sociales están que botan humo. La gente clama por soluciones, por explicaciones serias, por respeto mínimo, pero lo que reciben son los mismos cuentos reciclados de siempre. “No hay capacidad de generación”, “hay muchas afectaciones en las termoeléctricas”… y bla bla bla.
Mientras tanto, los alimentos se pudren, el agua se vuelve un lujo, los hospitales sufren interrupciones críticas, y los servicios públicos funcionan —cuando lo hacen— a medio gas.
Todo esto ocurre mientras el país sigue dependiendo de barcos flotantes que venden electricidad como si fueran salvadores, y de contratos importados que no resuelven el problema estructural, sino que apenas maquillan el colapso.
Y desde Moscú… promesas de humo y cables rusos
En medio de este apagón eterno, desde la fría Rusia llegan promesas tibias. Durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el ministro ruso de Energía, Serguéi Tsiviliov, prometió que su país va a meterle mano al sistema eléctrico cubano.
La propuesta incluye construir una nueva planta generadora de 200 megavatios y remendar tres unidades viejas de 100 megas cada una, todo con el “toque mágico” de la inteligencia artificial rusa. ¡A saber qué saldrá de ahí!
Lo cierto es que el gobierno de Putin, uno de los pocos amiguitos que le quedan a La Habana, ya había dicho en mayo que invertiría más de 1,000 millones de dólares en la isla, según la prensa oficialista. Claro, eso en papeles. En la vida real, seguimos a oscuras.
La gente sigue sin corriente, pero el discurso sigue encendido
Mientras Díaz-Canel y compañía se pasean por foros internacionales recogiendo promesas de salvación, el pueblo cubano se ahoga en la oscuridad, el calor y el cansancio. No hay respeto, no hay recursos y lo que es peor: no hay voluntad real de arreglar el desastre.
Porque en el fondo, esto no es un problema técnico. Es político. Es el resultado de un sistema que ha saqueado el país durante décadas y que ahora culpa al sol, al mar y hasta al ventilador de la abuela por su incompetencia.