Con la mira puesta en el 26 de Julio, el régimen ha puesto a Ciego de Ávila bajo los reflectores, no por algún logro real, sino por convertirse en la próxima vitrina del show político que se arma cada año. Esta vez, el discurso oficial viene envuelto en promesas de “soberanía alimentaria”, un término que suena muy bonito en la prensa del Partido, pero que no se refleja en la mesa de los cubanos, donde el arroz y el huevo son un lujo.
Desde las páginas de Granma, el gobierno vuelve a tirar flores sobre sus supuestas “prioridades”, entre ellas el aumento de las producciones agrícolas, más control sobre las tierras cultivables y una mejor gestión comercial de lo poco que se produce. Todo con la promesa de que esos alimentos lleguen “al pueblo”. Pero cualquiera que viva en Cuba sabe que eso es puro cuento.
Promesas huecas en un país sin insumos
El régimen quiere hacernos creer que la solución está en proyectos como la recuperación de la empresa agropecuaria La Cuba, que volvió a emplear a más de 700 personas y dice haber producido 2 mil toneladas de alimentos. También mencionan la activación de casas de cultivo, la siembra de arroz y hasta la idea de obtener aceite de plantas oleaginosas. Pero el contexto sigue siendo el mismo: no hay combustible, ni fertilizantes, ni maquinaria, ni semillas. ¿Con qué van a lograr todo eso? ¿Con discursos?
La realidad es más fuerte que cualquier parte oficial
En los barrios avileños, lo que se vive es otra cosa: mercados pelados, precios inalcanzables y familias rebuscando qué echarle al caldero. Esa palabra tan repetida por el aparato propagandístico —soberanía alimentaria— no significa nada para quien lleva días sin poder comprar un cartón de huevos o una libra de arroz.
El régimen sigue apostando a descentralizar la producción y fortalecer lo municipal, como si ese experimento no hubiese fracasado ya mil veces. Los planes no pasan del papel, y la burocracia sigue devorándose cualquier intento de avance. Porque mientras el modelo productivo siga siendo centralizado, estatista y lleno de controles absurdos, no hay campo que dé frutos ni barriga que se llene.
Más empresas con nombres rimbombantes, pero el mismo desastre
Hablan de nuevos proyectos, de sembrar miles de toneladas, de rehabilitar estructuras productivas… Pero todo eso es más de lo mismo. Cambian los nombres, pero el modelo es el mismo dinosaurio oxidado que lleva décadas sin producir resultados. No hay incentivos reales para el campesino, no hay autonomía para el que trabaja la tierra y no hay libertad para comercializar lo que se produce.
Así, la supuesta lucha por la “soberanía alimentaria” no es más que una obra de teatro barata, dirigida por un Partido Comunista que en diciembre de 2024 ya tuvo que admitir su fracaso en la producción de alimentos. Y cuando ellos mismos lo dicen, es porque la cosa está realmente mal.
El campo colapsa, y con él, la mesa del cubano
El Anuario Estadístico no miente. En 2023, la producción agropecuaria en Cuba se desplomó de forma estrepitosa. La carne de cerdo, por ejemplo, cayó un 93.2%. Sí, leíste bien. Ese fue el golpe mortal para el plato fuerte del cubano promedio. El arroz, otro básico, se redujo más de un 59%. Viandas y huevos bajaron en más del 40%. Y la leche de vaca —clave para la nutrición infantil— se redujo un 37.6%, dejando a muchos niños sin su ración diaria.
El economista Pedro Monreal no se anduvo con rodeos: esto es una “señora crisis” de seguridad alimentaria, y lo que viene para 2024 pinta aún peor. Aunque el régimen no ha publicado las cifras oficiales del año pasado, ya los informes preliminares alertan que la cosa ha seguido en picada.
Una revolución que no da de comer, no revoluciona nada
Más allá de los partes oficiales, lo que se palpa en la calle es que el hambre en Cuba ya no es una excepción, es la norma. Los números lo confirman, y los discursos no lo pueden tapar. El modelo está agotado, y mientras no se permita que el productor tenga autonomía, que el campo respire y que el pueblo decida sobre lo que produce y consume, todo lo que prometa el régimen no pasará de ser otra mentira vestida de acto político.
Ciego de Ávila puede ser la sede del 26 de Julio, sí… pero también es símbolo de una nación donde la tierra da poco y el gobierno no da nada.