En medio del show propagandístico del Foro Económico de San Petersburgo, el régimen cubano volvió a extender la mano. Esta vez, el ministro de Comercio Exterior, Oscar Pérez-Oliva Fraga, se sentó con su homólogo ruso de Energía, Serguéi Tsiviliov, para rogarle una vez más ayuda con la crisis eléctrica que revienta a diario los nervios del cubano de a pie.
Según medios oficialistas y propagandísticos como Telesur, Moscú se comprometió a meterle mano al destartalado sistema energético de la isla. El plan incluye construir una nueva planta de 200 megavatios, además de reparar tres bloques generadores de 100 MW cada uno. También prometieron meter tecnología rusa de punta —dicen que hasta con inteligencia artificial— para tratar de revivir la chatarra energética que tiene al país en vela.
Una estrategia con sello ruso… y sabor a lo mismo de siempre
El encuentro sirvió de vitrina para mostrar que “se está trabajando”, todo basado supuestamente en la Estrategia Energética rusa hasta 2050. Sí, hasta el 2050, cuando probablemente ya ni existan las termoeléctricas cubanas.
No es la primera vez que Moscú promete millones. En mayo ya se había anunciado un paquete de inversión rusa por más de mil millones de dólares, aunque los cubanos siguen preguntándose dónde está ese dinero y por qué los apagones no dan tregua.
Tecnología importada, miseria asegurada
Mientras hablan de modernización y IA, la realidad en Cuba es otra. La gente no tiene ni luz para cocinar, ni agua por la falta de bombeo, y mucho menos esperanza de que el gobierno les resuelva algo. La red eléctrica nacional no solo está obsoleta: está colapsada, igual que todo el modelo que la sostiene.
El anuncio ruso llega como una pastilla para dormir conciencias, justo cuando los apagones se han convertido en un castigo diario y las protestas espontáneas por falta de electricidad se multiplican por todo el país.
Rusia y Cuba: dos aliados buscando oxígeno en medio del desespero
Esta nueva fase de cooperación energética es parte de la jugada geopolítica del Kremlin para mantener su influencia en el Caribe y, de paso, sostener al régimen cubano, que ya no sabe a quién más pedirle “solidaridad”.
El SPIEF, celebrado del 18 al 21 de junio, funcionó como el escenario ideal para que La Habana posara como socio estratégico mientras el pueblo sigue sin corriente, sin futuro y sin opciones.
La gran pregunta es la de siempre: ¿realmente habrá cambios? ¿O se trata de otro capítulo más del viejo libreto donde se anuncian “alianzas millonarias” mientras la realidad del cubano sigue marcada por la oscuridad y la resistencia?
Por ahora, el pueblo sigue alumbrándose con velas… y la paciencia, como el petróleo, se está agotando.
