En el pueblo de Sigua, Santiago de Cuba, un hombre terminó esposado tras descubrirse que en su casa no había un jardín cualquiera, sino una plantación casera de marihuana con más de 19 mil semillas y casi mil plantas en crecimiento. La noticia fue compartida con bombos y platillos por el perfil oficialista Héroes del Moncada, que no pierde oportunidad para aparentar control donde claramente hay desorden.
El sujeto, conocido simplemente como “Pepe”, fue sorprendido por las autoridades cuando estas se colaron hasta el patio de su vivienda, donde se desarrollaba este peculiar “proyecto agrícola”. Según la narrativa oficial, el operativo fue posible gracias a la “población consciente” que ayudó a desmantelar lo que llaman “un flagelo”. Pero detrás de ese discurso inflado, hay una realidad que el régimen no quiere asumir: la desesperación ha llevado a muchos cubanos a buscarse la vida como puedan.
Un fenómeno que crece en los márgenes del colapso
Aunque no se han dado cifras precisas sobre el destino de la droga incautada ni sobre el proceso legal que enfrentará “Pepe”, el MININT ha aprovechado el caso para mostrar sus músculos y distraer del verdadero problema: el auge de cultivos clandestinos no es casualidad, es consecuencia directa del hambre, el desempleo y el abandono estatal.
El consumo y la producción de marihuana en Cuba están penados con dureza, incluso si la cantidad es mínima. Pero eso no ha detenido a quienes ya no encuentran una vía digna de subsistencia en un país donde ni el trabajo estatal ni la cartilla de racionamiento dan para sobrevivir.
De jardines a cultivos: la marihuana como escape económico
Hace apenas unas semanas, en esa misma provincia oriental, otro ciudadano fue detenido por lo que los voceros del régimen llamaron “jardinería ilegal”. El hombre cultivaba cannabis en botellas de ron cortadas, usando lo poco que tenía a mano. Su respuesta fue simple: “planté lo que había”. Y aunque suena ingenuo, en el fondo revela la tragedia de un país donde cada quien se las arregla como puede.
En Las Tunas, otra operación similar terminó con nueve personas detenidas, incluyendo una mujer. Allí se decomisó marihuana, papel químico, cocaína y hasta celulares. Todo esto en medio del relato oficial que insiste en destacar el “apoyo popular” a los operativos, cuando lo que hay es un pueblo cansado, viendo cómo el crimen crece mientras el Estado falla en todo lo demás.
Una guerra mal enfocada: represión en vez de soluciones
En lugar de enfocarse en combatir las causas reales del problema —como la pobreza extrema, la falta de empleo o el colapso del sistema productivo— el régimen apuesta por la represión, la propaganda y el miedo, como si arrestar a un hombre con matas de hierba en su patio fuera suficiente para frenar el descontento general.
Lo cierto es que la marihuana en Cuba no es el enemigo principal, sino otro síntoma más de un país enfermo por el abandono, donde cada día más personas eligen lo ilegal no por gusto, sino porque el sistema les ha cerrado todas las demás puertas. La historia de “Pepe” no es una anécdota policial. Es una señal más de que el verdadero delito sigue siendo gobernar sin soluciones y con discursos reciclados de una revolución que solo sobrevive en los carteles.