Lo que para algunos fue un momento cómico, para otros fue la estampa perfecta del hambre con disfraz de celebración. En Pogolotti, barrio de Marianao en La Habana, un camión que transportaba cerveza Cristal perdió parte de su carga en plena vía. En segundos, el lugar se convirtió en un hervidero de gente: niños, padres, motoristas, peatones y hasta choferes de carros privados se lanzaron a recoger las latas como si lloviera oro verde.
El video, difundido por CubaNet Noticias, muestra el “corre corre” con una mezcla de humor y pena. El autor del clip comentó con ironía: “Camión de cerveza pierde la carga y Pogolotti celebra”, frase que encierra la realidad de una isla donde una simple lata de cerveza puede levantar multitudes.
Más que cerveza: una metáfora amarga
A simple vista, podría parecer una escena de “viveza criolla” o de ese humor que al cubano nunca le falta. Pero lo que de verdad salta a la vista es el nivel de precariedad en que vive la gente. En un país donde el salario mínimo apenas roza los 2,100 pesos y el valor de una Cristal en el mercado informal supera los 250 pesos —o 3 dólares en zonas turísticas—, tomarse una fría ya no es un gusto, es un lujo que solo pocos se pueden permitir.
Por eso, lo que ocurrió en Marianao no fue una fiesta: fue una estampida de necesidad, una reacción visceral a la escasez diaria, al “no hay” de cada jornada, al “búscate lo tuyo como puedas”.
Una isla donde la miseria corre más que el tráfico
Lo peor no es que se recojan cervezas del pavimento, sino que esa imagen ya no sorprende a nadie. En Cuba, donde conseguir arroz, frijoles o pan puede tomar horas de cola y días de espera, la caída de cualquier producto al alcance de la mano se vuelve un evento social.
Y no es por gusto. La comida escasea, los mercados están pelados y los precios suben sin freno mientras el régimen repite el mismo guión vacío de siempre: “resistir y vencer”.
El hambre no se maquilla con discursos
Mientras el pueblo persigue latas de cerveza en la calle, el gobierno sigue de gira mostrando un “crecimiento económico” que nadie ve. Los noticieros hablan de inversiones, ferias, planes de modernización… pero la gente solo ve apagones, hambre y desesperación.
En este país, ya ni el arroz está seguro. La carne de cerdo es un artículo de lujo, el pan parece opcional y las proteínas se han vuelto palabras vacías en una libreta de racionamiento que ya ni cumple.
Una Cristal en el piso es más que una bebida: es un símbolo de la ruina
Lo de Pogolotti no fue una anécdota graciosa. Fue el retrato de un sistema agotado, que empuja a su pueblo a lanzarse detrás de unas latas como si fueran premios. Fue la imagen de un país donde la necesidad humilla y el Estado no responde, donde la calle es el único escenario donde el cubano todavía puede aspirar a tener algo, aunque sea por casualidad.