Algo cambió en Santa Fe. Esta tranquila localidad de la Isla de la Juventud amaneció recientemente con sus paredes hablando en voz alta. Frases como “Díaz-Canel singao”, “Abajo el comunismo” y “Patria y Vida” aparecieron pintadas en pleno corazón del barrio, justo en el círculo infantil Florecita de Azahar y una parada de ómnibus cercana.
El mensaje no puede ser más claro: la gente está harta, y ya no se calla.
Las imágenes y reportes llegaron como pólvora encendida, acompañadas del asombro de vecinos que no recuerdan haber visto algo así antes en la zona. No fue un rayón solitario ni una simple travesura. Fueron al menos cuatro grafitis distintos, estratégicamente colocados y con un contenido directo y subversivo.
Santa Fe se suma al coro del descontento nacional
El momento no podía ser más simbólico. La Isla de la Juventud, que hasta hace poco presumía de cierta autonomía energética, ahora sufre los mismos apagones infernales que castigan al resto de Cuba. Cortes de luz de cinco horas, ciclos de racionamiento, y una vida diaria que se hace insostenible.
Y cuando ya no queda ni el consuelo del alumbrón, ni el silencio es sostenible, pasa lo inevitable: el miedo empieza a flaquear. Los carteles no son solo protesta: son una señal clara de que hasta los territorios más controlados están empezando a sacudirse el polvo del sometimiento.
Un gesto pequeño, una ruptura enorme
El hecho de que las pintadas hayan aparecido en una institución infantil y en un punto de transporte público dice mucho. Son lugares simbólicos, de tránsito cotidiano, imposibles de ignorar. Elegir esos muros fue un acto calculado de resistencia, un desafío a plena vista que rompe con la costumbre del susurro y la censura.
Hace apenas tres años, en esa misma isla, un joven fue arrestado por escribir “Abajo la dictadura”. En 2022, varios opositores terminaron sancionados por protestar el 11 de julio. El control político siempre fue férreo en la Isla de la Juventud, y por eso mismo este tipo de manifestación callejera tiene un peso aún mayor.
Ya ni las escuelas infantiles escapan del grito popular
Hasta ahora, las autoridades no han hecho declaraciones ni se han reportado arrestos. Pero si algo conocemos del aparato represivo cubano, es que el silencio siempre viene acompañado de una patrulla más y un ojo en cada esquina. Borrar los letreros y aumentar la vigilancia será la respuesta habitual, pero ya es tarde: la chispa está encendida.
En medio del colapso económico, los apagones, la escasez crónica y una represión cada vez más torpe y desesperada, el régimen se encuentra con una población que ya no traga en seco. Y si algo queda claro con estos grafitis es que ni las paredes están dispuestas a seguir calladas.