Lázaro Aguilar Medrano explotó. Después de años esperando una solución a su drama habitacional, este vecino de La Habana Vieja decidió plantarse en plena vía pública y armar su protesta solitaria, cansado del abandono oficial y del cuento chino de los burócratas.
La escena fue clara y sin rodeos: en la calle Aguiar, entre Teniente Rey y Muralla, Lázaro se paró frente a todos y soltó su verdad sin filtros. “Quiero al gobierno aquí. ¡Está bueno ya de descaro! No voy a hablar más con nadie, ni hacer más trámites”, gritó con rabia, entrevistado por el medio independiente CubaNet.
Un grito con nombre y apellidos
La angustia de Lázaro no es por capricho. Su madre está enferma, su familia vive entre ruinas, y él ha dedicado su vida entera al trabajo para ahora verse en la miseria, mientras los de arriba siguen “resolviendo” entre ellos, sin mirar abajo. “Toda una vida trabajando pa’ nada”, repite con impotencia. “El gobierno solo sirve pa’l show”.
Y no se anda con rodeos. En medio de su protesta exigió que la primera secretaria del partido en La Habana, Lesslie Pérez, se le aparezca en persona. “Esto se queda trancao hasta que venga ella. No quiero más cuentos, ni más papeles”, advirtió, dejando claro que ya no cree en ningún intermediario.
Una Habana podrida, vista desde adentro
Lázaro nació y creció en esas mismas calles que ahora —según él— apestan al abandono y a la desidia del poder. “Esto es una cochiná. Antes no era así. Esto ahora es un relajo y un pendejismo total”, soltó sin tapujos. Su rabia no es solo por la vivienda. Es por la decadencia de todo un sistema que ha dejado morir lo que un día fue una ciudad viva.
Lo más fuerte es que no está solo, aunque esté solo. Porque lo suyo se suma a un creciente coro de protestas en barrios de La Habana donde el pueblo se ha cansado de aguantar callado.
El agua como detonante en otros barrios
Hace apenas unos días, en la intersección de Egido y Acosta, vecinos de la zona decidieron cerrar la calle con piedras y cubos, exigiendo algo tan básico como agua. Llevaban más de diez días sin una gota, y no se movieron hasta que una pipa apareció escoltada por la policía. Una escena que, lejos de apaciguar, desnudó la ineptitud de un gobierno que solo responde cuando se siente acorralado.
Y por si fuera poco, el 29 de junio, la calle Reina amaneció bloqueada por vecinos que también salieron a la calle por el mismo motivo: la falta de agua. Colocaron cubos en el medio de la vía, impidiendo el paso de guaguas, y exigieron soluciones urgentes. Otra muestra de que la paciencia del cubano tiene límite, por muy larga que haya sido la espera.
Una chispa que enciende muchas mechas
Lo de Lázaro no es solo una rabieta individual. Es el síntoma de un país donde la gente ya no cree en papeles, ni promesas, ni delegados, y donde cada día más personas deciden plantarse en la calle porque en las oficinas ya no queda esperanza.
Hasta el momento, ninguna autoridad ha dado la cara ni ha respondido en redes sobre la protesta de Aguilar Medrano. Y eso dice mucho.
Porque cuando el silencio oficial responde a los gritos del pueblo, es porque el poder ya no tiene argumentos, solo miedo.
Y Lázaro, con su protesta solitaria, puso ese miedo contra la pared.