Este verano, lo que muchos cubanos esperaban con ansias frente al televisor no será más que otro sueño roto por la crisis: la telenovela brasileña Tierra de deseos fue oficialmente sacada de la parrilla por la televisión estatal. ¿El motivo? El mismo que pesa sobre casi todo en Cuba hoy: deudas impagas y la bancarrota del régimen.
El anuncio cayó como un balde de agua fría sobre los fanáticos del melodrama brasileño. Según confirmó Coralia Aguilera Hernández, directora de Programación y Contenido del Instituto de Información y Comunicación Social (el nuevo nombre del ICRT, aunque el desastre sigue igual), la TV cubana no pudo pagar los derechos a la cadena Globo, y eso bastó para que se cancelara la transmisión de la novela que prometía encender el verano.
En su lugar, lo que veremos es Mentiras desesperadas, una serie que ya había pasado por el canal Multivisión y que, para muchos televidentes, no tiene ni el encanto ni el peso emocional que trae consigo una telenovela brasileña de las buenas.
La deuda que dejó sin novela al pueblo
Lo que hay detrás de esta decisión no es un simple ajuste de programación, sino otro reflejo del colapso financiero del castrismo, que ni siquiera puede asegurar un poco de entretenimiento decente para una población harta de apagones, colas y hambre.
La deuda con Globo no se generó de la noche a la mañana. Viene acumulándose desde hace tiempo, mientras el régimen sigue despilfarrando recursos en propaganda, represión y desfiles huecos, en lugar de garantizar algo tan básico como contenido de calidad para su pueblo.
Para los cubanos, las novelas brasileñas son más que pasatiempo: son una ventana a otras realidades, una válvula de escape emocional en medio del caos cotidiano. Desde los años 80, títulos como Avenida Brasil, Señora del destino o El rey del ganado han sido fenómenos culturales que marcaron generaciones.
Mentiras que no convencen
Mentiras desesperadas, la serie que sustituirá a la esperada telenovela, ya fue vista en Multivisión y no generó precisamente entusiasmo. Con solo 17 capítulos y una narrativa que mezcla drama con estética de serie norteamericana, el experimento no caló entre los televidentes cubanos, que prefieren tramas más profundas y personajes con los que puedan identificarse.
Una espectadora resumió el sentir de muchos: “La vi como serie, no como novela, y honestamente me aburrió un poco”. Y es que, en un país donde el entretenimiento televisivo sigue siendo uno de los pocos refugios colectivos, ofrecer un producto reciclado y sin alma es casi una falta de respeto.
La cultura también sufre la censura económica
Este nuevo golpe a la parrilla estelar es apenas una muestra del deterioro generalizado de los servicios públicos bajo el castrismo, donde ni la cultura, ni el arte, ni el entretenimiento se salvan del caos financiero. La televisión estatal, atada de manos y sin recursos, termina siendo solo otro reflejo del país en ruinas que se esconde tras discursos vacíos y promesas incumplidas.
Y mientras Tierra de deseos se queda varada en un contrato impagado, el pueblo cubano vuelve a pagar los platos rotos de una dictadura incapaz de sostener ni siquiera una telenovela. ¿Qué vendrá después? ¿Volverán los muñequitos rusos de los años 70? ¿O terminarán proyectando videos de Díaz-Canel en bucle para ahorrar presupuesto?
Una vez más, el verano en Cuba no viene con novelas, pero sí con la misma trama de siempre: crisis, abandono y censura disfrazada de excusas económicas.