Mientras Medio Oriente arde y muchos gobiernos corren a proteger a los suyos, el régimen cubano ha decidido mantenerse firme junto a sus aliados iraníes, aferrándose a su sede diplomática en Teherán como si no hubiera bombas cayendo cerca. En medio del caos provocado por la agresión militar de Israel contra Irán, la dictadura castrista anunció una evacuación parcial desde su embajada, sacando a mujeres, un niño y tres periodistas cubanos que residen en la capital persa.
Fue el propio canciller del régimen, Bruno Rodríguez Parrilla, quien soltó la noticia en su cuenta de X, celebrando la maniobra como si fuera una hazaña: «Mujeres y niños fueron evacuados», dijo, como si eso no fuera lo mínimo que se espera en medio de una guerra.
Pero mientras muchos países latinoamericanos desmontan sus operaciones diplomáticas en Irán para proteger a su gente, La Habana prefiere quedarse firme al lado de sus socios del eje antioccidental, demostrando una vez más que los intereses ideológicos pesan más que la seguridad del pueblo cubano.
Embajada abierta… pase lo que pase
Carlos M. Pereira, embajador cubano en Irán, salió al paso para dejar claro que la embajada sigue operando “con normalidad”, aunque eso signifique jugar con fuego. Según él, han aplicado “medidas de protección necesarias”, como si unas cortinas antibombas bastaran para sobrevivir a una posible escalada militar entre dos potencias armadas hasta los dientes.
En su discurso, Pereira dejó ver lo de siempre: una lealtad ciega al régimen iraní, disfrazada de labor consular y trabajo político. Eso de ayudar a los cubanos en el exterior es solo el envoltorio. El contenido real del mensaje es el de siempre: el castrismo sigue con sus viejas alianzas, aunque el mundo esté cambiando a una velocidad vertiginosa.
Compromisos ideológicos por encima de todo
Desde La Habana, Ana Teresita González Fraga, funcionaria del MINREX, aseguró también por X que las embajadas en Irán y Chipre seguirán activas para asistir a los cubanos en Irán e Israel. Pero, ¿a qué costo? La seguridad del personal diplomático parece ser un detalle menor para la dictadura, mientras pueda mantener su presencia política en tierra aliada.
Eso sí, mencionó que los familiares en Cuba pueden contactar a las oficinas consulares si necesitan información o asistencia. Una respuesta burocrática para calmar las aguas, sin comprometer la narrativa de resistencia internacionalista que tanto le gusta al castrismo.
El resto de América Latina sí se tomó la cosa en serio
Mientras Cuba juega a hacerse la valiente, otros países han actuado con responsabilidad. Argentina evacuó completamente su embajada, incluso sacando al encargado de Negocios, que salió rumbo a Azerbaiyán. Chile cerró su sede y retiró al embajador junto a su familia. México, Brasil, Uruguay y Bolivia también evacuaron a sus diplomáticos, sin fecha de regreso.
Incluso Nicaragua y Rusia, aliados tradicionales de Irán, decidieron sacar a sus funcionarios. España, aunque no ha ordenado una evacuación oficial, recomendó a sus ciudadanos salir de Irán cuanto antes. Porque el panorama es, sin vueltas, un polvorín.
La dictadura cubana, como siempre, mirando hacia otro lado mientras el mundo tiembla
La decisión del régimen de quedarse en Irán no es casual. Forma parte de ese guion gastado donde Cuba se alinea con los enemigos de Occidente, sin importar los riesgos ni las consecuencias. Mientras la región se cubre de incertidumbre, La Habana insiste en mantener su embajada abierta, aunque haya explosiones a la vuelta de la esquina.
El Papa alzó la voz… pero La Habana no escucha
Desde el Vaticano, el Papa León XIV lanzó un mensaje de paz, advirtiendo que el uso de armas sofisticadas puede empujar a la humanidad hacia una barbarie peor que la de tiempos pasados. Mostró su preocupación por los conflictos activos, incluyendo los de Ucrania, Irán, Israel y Gaza.
Pero en Cuba, ese llamado cae en oídos sordos. El castrismo prefiere mantenerse firme en su papel de actor político internacional, aunque eso implique arriesgar la vida de su gente. La historia se repite: el pueblo queda en segundo plano, mientras el régimen juega a ser potencia en una guerra que no es suya, pero en la que ha decidido meterse… como siempre.