En medio del descalabro económico que vive la isla, el régimen cubano ha vuelto a reconocer que le debe una pila de dinero a Rusia, pero dejó claro que no piensa pagar por ahora. Eso sí, con la clásica muela de siempre: que “lo va a hacer cuando la economía se recupere”. O sea, nunca.
El encargado de soltar esta joya fue Oscar Pérez-Oliva Fraga, ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, donde explicó que La Habana está consciente de sus compromisos financieros, pero que necesita primero levantar cabeza para poder pagarle a Moscú.
El problema es que esa “recuperación” lleva años en promesas y no se ve por ningún lado.
Una deuda reconocida, pero sin fecha de pago
Aunque el ministro no soltó cifras, sí reconoció que el gobierno tiene cuentas pendientes con empresas rusas en varios sectores estratégicos. Su propuesta fue básicamente: “esperen sentados a que mejoremos, y entonces veremos cómo les pagamos”.
Como parte del show, prometió que el régimen está “trabajando” para mejorar el saldo comercial, buscando nuevas exportaciones y usando tecnología rusa para “ganar eficiencia productiva”. Pero la verdad es que el país no produce ni clavos y vive de estirar la mano.
Cuba se aferra a Moscú en medio del colapso
Este diálogo económico entre ambos países es parte del esfuerzo desesperado del régimen por mantener a flote las alianzas con sus pocos socios leales, en un contexto donde ya nadie se fía de La Habana. Con la billetera vacía y el turismo desplomado, Cuba sigue dependiendo del oxígeno que le mandan desde Moscú.
En abril, el viceprimer ministro ruso Dmitri Chernishenko prometió ayudar a que la isla logre su “soberanía y prosperidad”, aunque todos sabemos que el castrismo lleva más de 60 años prometiendo lo mismo sin conseguirlo ni con ayuda soviética, venezolana ni ahora rusa.
El turismo ruso se desploma… y con él, las esperanzas
Como si no bastara con la deuda impaga, las autoridades cubanas ya avisan que el turismo desde Rusia se va a cortar por la mitad en 2025, una estocada más para la economía dolarizada del régimen. Las excusas oficiales: problemas logísticos, inflación y la inestabilidad global. La realidad: la gente no quiere venir a una isla oscura, sucia y sin servicios básicos.
En el mismo foro, el ministro ruso de Energía, Serguéi Tsiviliov, prometió ayudar con el desastre eléctrico cubano. Dijo que su país financiará una nueva unidad generadora de 200 MW y reparaciones de bloques de 100 MW, pero en la práctica, los apagones siguen y no se ve ni una obra andando.
Créditos, rublos y plazos mágicos
Desde hace meses, Moscú ha venido lanzando salvavidas al castrismo. En septiembre, el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Serguéi Shoigú, aseguró que iban a habilitar nuevas líneas de crédito para reestructurar la deuda cubana y darles más tiempo para pagar. Putin también firmó protocolos que permiten pagar en rublos y extender los pagos hasta el año 2040. Eso sí, sin perdonar un solo centavo.
En noviembre, Chernishenko anunció un crédito adicional de 65 millones de dólares para enfrentar la crisis energética, pero los resultados siguen brillando por su ausencia. La gente sigue cocinando con leña y alumbrándose con velas, mientras el régimen posa en foros internacionales con sonrisas prestadas.
Rusia usa a Cuba como ficha geopolítica
Más allá de la “solidaridad” con el pueblo cubano, está claro que Moscú utiliza su apoyo económico como herramienta para reforzar su influencia en América Latina, usando a Cuba como su peón más fiel. Y el régimen, por supuesto, se deja usar con tal de recibir migajas que le permitan seguir respirando un rato más.
Pero entre el cinismo oficial y la bancarrota interna, el pueblo cubano sigue sin ver los beneficios. Ni créditos, ni plantas eléctricas, ni turismo ruso. Solo más deudas, más apagones y más miseria.