Cuando la oscuridad se vuelve rutina en los hogares cubanos, el régimen busca a quién echarle la culpa. Esta vez, el dedo acusador apunta directo a los grandes consumidores de electricidad en Santiago de Cuba, a quienes acusan de ser los culpables de los apagones que azotan la provincia. Como siempre, la culpa no es del sistema, sino de quienes tratan de sobrevivir dentro de él.
Según el diario oficialista Sierra Maestra, la situación del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) es crítica, con déficits enormes en la generación de corriente. La culpa, según ellos, la tienen esos usuarios que consumen más de 500 kilowatts —un total de 4,238 solo en el municipio cabecera—, muchos de los cuales están conectados a los llamados “circuitos intocables”, que se salvan de los apagones programados.
¿Consumir electricidad? ¡Delito de Estado!
Lo más escandaloso, según las “autoridades”, es que estos consumidores están “abusando” de su conexión privilegiada, encendiendo aires acondicionados y luces durante los horarios pico. No importa que paguen por el servicio: para el régimen, gastar luz en Cuba es casi una falta moral.
Por eso, han lanzado una nueva campaña de “concientización” que suena más a amenaza, donde visitan casa por casa y empresa por empresa para regañar a quienes “usan de más” la energía. Lo que no dicen es que el pueblo ya vive al límite: sin corriente, sin gas, sin agua y, ahora, sin derecho a encender un bombillo si no es “esencial”.
Ajuste de cuentas disfrazado de ahorro
El gobernador de Santiago, Manuel Falcón Hernández, salió en cámara con su guión aprendido: “Hay que ahorrar. Si todos cooperamos, las afectaciones disminuirán”, dijo como si el pueblo no llevara años cooperando a la fuerza con apagones de más de 10 horas diarias. Lo que no dice es que el sistema está tan deteriorado que ni apagando todo se resuelve.
Y por si fuera poco, las entidades estatales también recibieron su toque de queda eléctrico: solo dejar encendidas las luces de seguridad y desconectar lo que no se use fuera del horario laboral. Es decir, el país se apaga literalmente, a ver si así logran tapar el colapso energético con silencio.
Un déficit que no se maquilla con discursos
La Unión Eléctrica (UNE) publicó sus cifras y son para ponerse a temblar. El déficit este jueves roza los 1,700 MW, y la afectación ha sido continua durante más de 24 horas. A las 10 de la noche del miércoles, el país estaba en rojo con una pérdida de 1,684 MW, y en la mañana del jueves, la brecha seguía abierta: solo 1,880 MW disponibles para cubrir una demanda de casi 3,000.
O sea, casi mil cien megawatts de diferencia, una barbaridad, que no se resuelve con apagar aires ni regañar a consumidores. Es la cruda consecuencia de décadas de desinversión, corrupción y falta de planificación, pero claro, reconocer eso sería admitir el fracaso del modelo.
El apagón es político, no técnico
Lo que vive Santiago —y el resto de Cuba— no es una simple crisis energética: es el colapso de un sistema que ya no puede sostenerse ni con parches. Un sistema donde tener electricidad estable se convierte en un privilegio y no en un derecho básico.
Mientras los altos cargos siguen en sus oficinas refrigeradas, el cubano de a pie carga con velas, linternas y resignación. Porque en esta Isla, donde todo escasea y todo se controla, hasta encender un bombillo puede convertirse en motivo de persecución.
La culpa no es del consumo, sino de un régimen incapaz de garantizar lo esencial. Y lo saben. Pero les es más fácil apagar al pueblo que encender el país.