En un nuevo capítulo del absurdo autoritarismo cubano, el régimen ha salido a la caza de quienes, desde dentro o fuera de la Isla, ayudan a mantener conectados a sus seres queridos sin pasar por la caja registradora de ETECSA, el monopolio estatal de telecomunicaciones. Ahora, esas recargas hechas por vías alternativas no oficiales podrían ser consideradas nada más y nada menos que delito de sabotaje.
Sí, leíste bien: recargar un celular desde el extranjero por un sitio más barato que ETECSA podría meterte en candela con el MININT.
El show represivo en horario estelar
El anuncio no fue un simple comunicado. Se montó un espectáculo televisivo al mejor estilo del noticiero de los años 60. En el programa oficialista Hacemos Cuba, el vocero del régimen, Humberto López, se rodeó de fiscales y altos oficiales del MININT para dejar claro que, según ellos, estas recargas desde el exterior forman parte de una “estructura delictiva”.
El fiscal José Luis Reyes Blanco soltó la bomba: afectar financieramente a ETECSA equivale a sabotear una infraestructura crítica del país, como si el monopolio telefónico fuera una central nuclear. Y como tal, quien lo haga, puede enfrentar penas graves.
Negocio alternativo o crimen de Estado
Según las autoridades, hay gente en Cuba que, con licencia de agente de telecomunicaciones, hace múltiples recargas usando moneda nacional, y reciben los pagos desde el extranjero por vías alternativas. Incluso mencionaron que usan a “cientos de personas” para acreditar esos saldos a los móviles en la Isla.
El coronel Marcos Yobany Rodríguez habló de “millonarios efectos adversos” y adelantó que ya se han iniciado procesos penales. Aunque reconocen que el que recibe la recarga en Cuba no es el enemigo, advierten que todos los intermediarios, ya sea en Miami, en Madrid o en Camagüey, podrían acabar tras las rejas.
¿Sabotaje? El nuevo cuento para justificar la represión
El argumento legal con el que ahora pretenden criminalizar las recargas es una interpretación traída por los pelos del Dictamen 475 del Tribunal Supremo Popular, que amplía la idea de sabotaje a todo lo que afecte servicios “sensibles”. Eso incluye, entre otros, telecomunicaciones, transporte y parques solares.
El fiscal se puso poético y comparó a ETECSA con el “sistema nervioso del país”, como si se tratara de un organismo vivo que se colapsa si alguien le mete una recarga por fuera. Para ellos, afectar el bolsillo del monopolio estatal es atentar contra el desarrollo del país, aunque todos sabemos que ese desarrollo solo se ve en las cuentas bancarias de los jerarcas del régimen.
Internet en dólares, salario en pesos: la fórmula perfecta para el desastre
Todo esto ocurre justo después de que ETECSA lanzara un nuevo esquema tarifario con olor a dolarización. Los planes en CUP son ridículamente caros, casi ofensivos. Un paquete de 3 GB cuesta 3,360 pesos, más de lo que gana un trabajador promedio al mes. Y mientras tanto, los paquetes en USD están “más accesibles”… claro, si recibes remesas.
4 GB por 10 USD, 8 GB por 20, y 16 GB por 35. En resumen, si tienes alguien en el extranjero que te ayude, bien por ti. Si no, pues apaga el móvil y sigue desconectado.
Las críticas en redes no se hicieron esperar. Muchos cubanos ven en esta medida no solo un abuso, sino una burla. Porque mientras el acceso a internet se paga en dólares, el salario sigue en esos devaluados pesos cubanos que ya no alcanzan ni para una cajita de pollo.
Criminalizar la creatividad del cubano de a pie
Este nuevo movimiento legal tiene un único objetivo: proteger los ingresos en divisa de ETECSA, que anda en crisis, desprestigiada y cada vez más rechazada. Pero en lugar de competir con mejores precios o servicios, el régimen prefiere intimidar y criminalizar a quienes buscan alternativas más baratas y efectivas.
Equiparar estas prácticas con sabotaje no solo es desproporcionado: es un acto de desesperación y abuso. Porque en un país donde todo cuesta caro y en dólares, pero se cobra en pesos, buscar cómo sobrevivir no es delito, es instinto. Y eso, por mucho que les duela, no se puede apagar con amenazas.