En otra de sus ya predecibles puestas en escena, Miguel Díaz-Canel salió en defensa del aparato represivo del régimen cubano durante una entrevista con el periodista brasileño Breno Altman. Y como siempre, repitió el libreto de memoria: que los opositores no son más que «delincuentes», «vándalos» y “marionetas del imperio”.
La charla, transmitida por el canal oficialista de la Presidencia de Cuba en YouTube, fue un festival de justificaciones gastadas, donde el gobernante volvió a escudarse en la muletilla de que la disidencia está financiada por Estados Unidos para promover el caos en la Isla.
“Como no tienen apoyo del pueblo, cometen actos vandálicos y terroristas”, dijo sin pestañear, en un intento desesperado por pintar a la oposición como una amenaza violenta, y no como lo que realmente es: una respuesta legítima al fracaso brutal de un sistema que ya ni disimula su desgaste.
Libertad de expresión, pero solo si te callas
Según Díaz-Canel, en Cuba «nadie va preso por pensar diferente». Dice que los que están tras las rejas lo están por cometer delitos, no por oponerse al régimen. Una mentira tan descarada que ni sus propios funcionarios se la creen.
Ante la pregunta de si en Cuba hay presos de conciencia, su respuesta fue rotunda: «No hay presos de opinión. Hay presos por cometer delitos». Pero mientras él lo niega, organizaciones como Prisoners Defenders documentan más de 1,150 prisioneros políticos, entre ellos jóvenes, artistas, periodistas, madres de familia y simples ciudadanos que salieron a protestar pacíficamente.
El régimen necesita criminalizar al disidente para justificar su miedo.
Doble moral con sabor a cinismo
Durante la entrevista, Díaz-Canel volvió a cargar contra las plataformas digitales y medios internacionales, acusándolos de inventar una “Cuba virtual”. Según él, todo lo que se publica fuera del guion oficial es parte de un montaje mediático que intenta destruir la imagen del país.
«Ellos son los que niegan la libertad de prensa», dijo con la cara muy dura, mientras periodistas independientes en Cuba son arrestados, sitiados en sus casas o forzados al exilio.
También minimizó las protestas ciudadanas y los reclamos que día tras día estallan en distintas provincias de la isla, y hasta se dio el gusto de señalar el manejo de las protestas en EE.UU., como si eso sirviera de consuelo a los cubanos que se quedan sin luz, sin comida y sin futuro.
Un sistema que se derrumba, pero culpa a todos menos a sí mismo
Las declaraciones de Díaz-Canel llegan justo cuando el país se cae a pedazos: apagones de más de 24 horas, inflación galopante, salarios de hambre, hospitales sin insumos y una estampida migratoria que ha vaciado barrios enteros. Pero él insiste en su cuento del “enemigo externo”, del “bloqueo” y del “imperialismo”.
La represión, la censura, el hambre y la huida masiva no son parte de una «Cuba virtual», como él dice. Son la Cuba real. Esa que millones viven a diario.
Y mientras el gobernante se enreda en justificaciones y niega lo que es evidente, la distancia entre el poder y el pueblo se vuelve abismal.
La realidad es una sola: el régimen está acorralado por su propio fracaso. Y por más entrevistas amañadas que dé, la verdad ya no cabe bajo la alfombra.
