En una entrevista con el periodista brasileño Breno Altman, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel se quitó por un momento la careta triunfalista y, desde el mismísimo Palacio de la Revolución, soltó lo que millones ya saben: la crisis en Cuba no es solo culpa del embargo, también hay una montaña de errores que vienen desde dentro del sistema.
El video, subido al canal de YouTube de la Presidencia de Cuba, muestra a un Díaz-Canel que por momentos intenta sonar autocrítico, pero no logra despegarse del libreto de siempre. Una vez más, volvió a machacar con que el “bloqueo criminal” de Estados Unidos es la raíz de todos los males. Sin embargo, esta vez tuvo que admitir que la cosa también va mal por culpa de su propia gestión.
“Sería deshonesto decir que no se han cometido errores. Es imposible no cometer errores cuando se trabaja bajo estas presiones. No siempre hemos sido eficientes ni racionales en el uso de los pocos recursos disponibles”, soltó, en un gesto raro en un país donde la autocrítica siempre es calculada y tardía. Luego vino la lista de fallos: la desastrosa Tarea Ordenamiento, la manía de importar hasta lo que se puede producir en casa, el abandono del campo, la ineficiencia en todos los niveles, y para colmo, la estampida de profesionales que se van por no poder más con este desastre.
Energía en ruinas y hambre en la mesa
Díaz-Canel no pudo esquivar los dos temas que más duelen al cubano de a pie: los apagones eternos y la comida que no alcanza. Dijo que las termoeléctricas están que dan pena, con más de 40 años encima, sin repuestos ni inversión. Y que no, no se ha sido eficiente ni racional con lo poco que hay.
Sobre la alimentación, lo dejó claro: el país no puede garantizar ni la canasta básica, porque no se ha invertido en el campo ni en la producción local. Es decir, la agricultura está en terapia intensiva y nadie parece tener cómo sacarla del coma.
Salud y educación: lo que queda del mito
Si algo vendió la Revolución durante décadas fue el cuento de la salud y la educación gratuitas. Pero el propio Díaz-Canel reconoció que la medicina está desaparecida —más del 70% del cuadro básico está en falta— y la mortalidad infantil ha empeorado, algo que antes era su carta de presentación.
Y el sistema educativo tampoco está mejor. Entre libros que no se imprimen, profesores que no alcanzan ni para el arroz y la fuga de talento, las aulas están tan vacías como las neveras.
El mismo socialismo remendado
A pesar del panorama desolador, Díaz-Canel insiste en que el socialismo cubano es “la única vía posible”. Dice que responderán con creatividad y talento, como si los cubanos no hubieran agotado ya toda su inventiva tratando de sobrevivir en la miseria.
Pero sus palabras chocan con una realidad que no se maquilla con frases vacías. Porque mientras él habla de ética, unidad y valores revolucionarios, el pueblo sigue en la lucha diaria por el pan, por una pastilla, por un poco de corriente.
Una Cuba que no aguanta más parches
En todo momento, el discurso de Díaz-Canel gira alrededor de la “resistencia”, pero ya nadie resiste por ideología: resisten por necesidad, por no tener a dónde ir, o por no poder pagar el pasaje para irse. Cada día que pasa, más cubanos se suman al éxodo o al hartazgo, viendo cómo el gobierno sigue haciendo malabares para no asumir su responsabilidad.
El llamado a la unidad suena hueco cuando el pueblo está roto.
Este episodio no fue un acto de transparencia, fue otro intento de salvar un barco que hace rato se hunde. Y mientras desde el poder siguen hablando de bloqueos, planes y promesas, el cubano común solo quiere algo tan simple como vivir con dignidad.
Pero para eso, hace falta mucho más que un discurso reciclado.