La Universidad Tecnológica de La Habana “José Antonio Echeverría” (CUJAE), esa misma que durante décadas fue emblema de la ingeniería socialista, ahora se lanza al negocio de alquilar sus espacios al sector privado, como si eso fuera la salvación mágica de su deterioro crónico.
El anuncio salió en redes sociales el 18 de junio, entrada la noche, casi como quien no quiere que se enteren mucho. La convocatoria abre la puerta a arrendar varios espacios dentro del campus: puntos gastronómicos, una cerrajería, un salón de belleza, venta de productos agrícolas y hasta un quiosco móvil. Nada mal para un centro educativo que, en teoría, debía priorizar la formación de profesionales y no convertirse en un mercado improvisado.
¿Transparencia o “todo está cuadrado ya”?
Pero la supuesta apertura ha levantado más sospechas que entusiasmo. Muchos se preguntan cómo es posible que den solo una semana para presentar proyectos, cuando la convocatoria salió casi escondida, y ya el 25 de junio cierra el plazo. “¿Quién hace un proyecto serio en una semana, a menos que ya todo esté decidido?”, se preguntó un usuario con lógica aplastante.
Las respuestas no se hicieron esperar. Otro internauta respondió que “eso ya tiene nombre y apellidos”, insinuando lo que tantos piensan en voz baja: que estos procesos están más arreglados que una función del circo nacional.
Silencio sobre criterios y beneficios
A esto se suma el misterio que rodea los criterios de evaluación. Las bases no explican cómo se decidirán los ganadores ni mencionan montos mínimos ni requisitos técnicos. La apertura de sobres, dicen, será del 26 de junio al 2 de julio, y los resultados se conocerán el 9. Pero la falta de información alimenta la desconfianza: todo huele a guiso cocinado en la sombra.
Y mientras algunos suspiran con nostalgia por los viejos tiempos de la Casa Estudiantil, como hizo el internauta Luis Suárez, que sueña con revivirla de la mano de alguna mipyme o de la Oficina del Historiador, la realidad es otra: la universidad parece irse desmoronando en medio del moho, el olvido… y ahora, el comercio desesperado.
El modelo: “rentar lo que sea, a quien sea”
Este fenómeno no es nuevo. La CUJAE no está sola en esta carrera por alquilar lo que queda en pie. En los últimos meses, el régimen ha lanzado una ofensiva para arrendar espacios estatales al sector privado, disfrazando la necesidad de supervivencia con un discurso de “reactivación económica”.
Ahí está, por ejemplo, el escándalo del Malecón: una licitación pública abierta para alquilar espacios en el litoral habanero. Se promocionó como una “oportunidad única” para emprendedores, pero muchos usuarios se preguntaron si esos locales resistirán siquiera una temporada de salitre y abandono. Otros fueron más allá: interpretaron la medida como un lavado de manos institucional, donde el Estado intenta endosarle a terceros las ruinas que no sabe, no quiere o no puede mantener.
El colmo de lo absurdo fue alquilar la Tribuna Antiimperialista José Martí, ese mamotreto ideológico frente a la embajada de Estados Unidos. El anuncio duró apenas unas horas en Cubadebate, antes de ser eliminado sin explicación. ¿Vergüenza, contradicción o simplemente una jugada mal calculada? Nadie lo sabe, pero quedó el ridículo en el aire.
Un país arrendado, un Estado ausente
Desde Santiago de Cuba hasta el aeropuerto Antonio Maceo, desde la EGREM hasta los mercados vacíos de la capital, el castrismo ha convertido el país en un catálogo de alquileres, sin un rumbo claro y sin la más mínima transparencia. En 2022, la propia ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, admitía que el Estado ya no puede sostener el comercio interno, y por eso comenzaban a licitar más de 300 unidades gastronómicas.
Pero lo que parece una “transformación” no es más que un maquillaje de la miseria estructural. El régimen cede espacios porque ya no le queda de otra, no porque haya abrazado de corazón la libre empresa. Y mientras tanto, los cubanos siguen atrapados en un modelo en ruinas, donde todo se alquila… menos la dignidad, que algunos aún se niegan a vender.
La CUJAE alquila locales. El Malecón, también. La tribuna, igual. ¿Qué sigue? ¿El Capitolio por horas? ¿El Ministerio del Interior como discoteca? En Cuba, todo es posible, menos un cambio real mientras el castrismo siga anclado al poder.
