Después de años de excusas, parches y discursos reciclados, Miguel Díaz-Canel finalmente se sinceró—aunque a medias—sobre el desastre eléctrico que sufre Cuba. En una entrevista con el periodista brasileño Breno Altman, el gobernante reconoció lo que el pueblo lleva gritando desde hace tiempo: el sistema eléctrico está en ruinas.
En un video publicado por la propia Presidencia en YouTube, Díaz-Canel soltó la bomba: las termoeléctricas cubanas están tecnológicamente acabadas, pasadas de fecha y funcionando “por la inteligencia de nuestros técnicos”, como si eso fuera suficiente para tapar el abandono total del sistema.
«Casi todas ya cumplieron su vida útil», confesó con la cara seria. Pero, claro, como buen vocero del castrismo, no podía faltar el estribillo: todo es culpa del “bloqueo”. El embargo estadounidense sigue siendo el comodín favorito del régimen para justificar lo injustificable, mientras se les olvida mencionar décadas de mala administración, corrupción y falta de inversión.
Apagones, desesperación y una isla a oscuras
Los apagones ya no son noticia. Son rutina. Cortes de 8, 10, 12 horas o más forman parte del día a día de millones de cubanos. Y con cada interrupción de luz, se apaga también la refrigeración de los alimentos, la atención médica, las clases en las escuelas y, sobre todo, la esperanza de que algo mejore.
Díaz-Canel admitió que no solo faltan piezas o combustible, sino que ha habido mala planificación, errores técnicos y medidas económicas que han fracasado. En resumen, el sistema no da más, y ellos tampoco saben cómo arreglarlo.
“No siempre hemos sido eficientes ni racionales”, soltó como si se tratara de una travesura menor y no de una cadena de decisiones desastrosas que ha condenado al país al retroceso.
Excusas recicladas, soluciones fantasmas
En vez de asumir la responsabilidad total, el gobernante cubano volvió a cargar contra todo lo externo: el cambio climático, la pandemia, el turismo que no llega, los médicos que se van… hasta el polvo del Sahara si le das cuerda.
Eso sí, no faltó la muletilla de siempre: «todo se resolverá desde el socialismo», ese mismo que lleva más de seis décadas prometiendo un futuro que nunca llega. Y mientras tanto, el éxodo continúa, la pobreza se profundiza y el sistema de salud que tanto cacarean se cae a pedazos.
Según él, el Gobierno invertirá en energías renovables y reparará plantas eléctricas. Prometió mil megawatts de energía renovable antes de que acabe el año, pero no explicó de dónde saldrá el dinero para eso ni quién va a ejecutar esas obras. Puro humo, una vez más.
Oscuridad literal y también informativa
Lo más triste de todo es que los cubanos siguen en la oscuridad, pero no solo por los apagones. También por la falta de información real, por la censura, por la represión y por un aparato de propaganda que insiste en vender esperanza mientras la gente hace colas de horas para comprar pan o un litro de aceite.
En lugar de priorizar las verdaderas necesidades del pueblo, el régimen sigue destinando recursos al control, a la vigilancia, a sostener su aparato ideológico… y a justificar lo injustificable.
Mientras Díaz-Canel habla de resiliencia y dignidad, el pueblo sobrevive entre la desesperanza y el cansancio, sabiendo que cada día se parece más al anterior: sin luz, sin comida, sin futuro… y sin nadie en el poder que asuma el desastre como suyo.
Porque el problema de Cuba no es la falta de corriente. Es la falta de vergüenza.