Lo que comenzó como una broma entre cubanos terminó desatando una tormenta en redes sociales. El barbero Dorian Carbonell, famoso por su estilo desinhibido, decidió soltar una “ocurrencia” bien criolla durante una salida con el actor Alejandro Cuervo por las calles de Miami. El chiste: pagar en una tienda con una tarjeta MLC. Y sí, como era de esperarse, aquella reliquia del absurdo económico cubano no pasó por ningún lado.
Entre risas, Cuervo siguió el juego y comenzó a pasar la tarjeta por todos los terminales de pago como si eso fuera a cambiar el resultado. Del otro lado del mostrador, la dependienta —cubana también, por lo que se ve— se le reía en la cara mientras le advertía con sorna: “eso no te va a pasar”.
“Oye, déjate de falta de respeto con la tarjeta MLC, muchacha”, remató Dorian entre carcajadas, mientras Alejandro mostraba el plástico a la cámara: una tarjeta ajada, doblada, gastada. “Esto no pasa ni en Cuba”, dijo el actor, dejando claro que hasta dentro del chiste, la precariedad del sistema cubano es cosa seria.
Pero la gracia no cayó bien en todas partes. Aunque algunos seguidores celebraron el momento como una burla al disparate de la economía en la isla, la mayoría de los comentarios se fueron por otra línea más caliente: el reproche.
“¿Y este qué hace aquí?”, “Fuera de Miami”, “Payasos comunistas”, “¿Por qué no se burlaron así en La Habana?”, fueron algunas de las frases que llovieron sin misericordia. Y es que muchos no perdonan que figuras como Cuervo, que han sido relacionadas con el oficialismo, hoy anden sueltos en Estados Unidos como si nada.
En medio de una ola de deportaciones, cortes de ayudas y represión migratoria, ver a personajes que —al menos en el pasado— han coqueteado con la maquinaria del régimen paseándose por Miami como si fueran exiliados más, no es precisamente algo que caiga en gracia al exilio duro.
“Vienen a reírse aquí y a buscar cositas pa’ llevarle a Canel”, soltó otro usuario. Incluso hubo quien pidió que aprovecharan el viaje para comprarle una “cartera Gucci falsa a la Machi”, en alusión a Lis Cuesta, esposa del dictador Miguel Díaz-Canel.
Desde que Alejandro Cuervo pisó suelo estadounidense, las redes no han parado de estallar. Las preguntas no son pocas ni suaves: ¿cómo llegó? ¿Con qué visa? ¿Por qué tantos perseguidos políticos siguen en peligro de deportación mientras estos artistas del régimen disfrutan de Miami como si nada?
La polémica va más allá de una tarjeta sin fondos. Se trata de una herida abierta que muchos en el exilio sienten como traición, un dolor que no se cura con risas ni con bromas de “buen cubano”.
Burlarse del desastre económico cubano en suelo libre tiene peso político cuando vienes de vivir —y en algunos casos, aplaudir— ese mismo desastre.
Así que no, esta vez la broma no pegó como esperaba Dorian. Porque en el exilio, el humor tiene memoria. Y también límites.
