El jefe de la Misión de EE.UU. en Cuba, Mike Hammer, se volvió a ganar el cariño de muchos este viernes, tras visitar el hogar de ancianos del Convento Santa Susana en Bejucal, donde compartió con abuelos que enfrentan la crisis con más dignidad que recursos. En medio de un país golpeado por la miseria, el gesto del diplomático ha dejado huella, aunque —como era de esperarse— al régimen no le hizo ni pizca de gracia.
En una publicación que enseguida se hizo viral, Hammer describió la visita como “profundamente conmovedora”, resaltando el trabajo incansable de las monjas que se fajan día a día para alimentar y cuidar a decenas de personas mayores abandonadas por el Estado. “Muchos cubanos me han pedido por Facebook que me acerque a los ancianos, y eso hicimos”, comentó. Su paso por el convento también incluyó un recorrido por la iglesia de San Felipe, donde otros voluntarios sirven comida tanto a niños como a abuelos.
“Sin ustedes, esto sería mucho peor”, dijo Hammer, dejando claro que, en medio del desespero, es la Iglesia —no el gobierno— quien realmente da la cara por los más vulnerables.
Pero como en Cuba nada bueno queda impune, apenas 24 horas después, el régimen apretó el puño. El viceministro Carlos Fernández de Cossío se lanzó al cuello del diplomático, acusándolo de “conducta injerencista” y sugiriendo que podrían declararlo persona non grata. Como si preocuparse por los ancianos fuera un delito de Estado.
Washington no tardó en reaccionar. Desde el Departamento de Estado, calificaron la reacción cubana como otro berrinche sin fundamento de una dictadura que le teme hasta a una visita humanitaria. Y fueron más allá: “Lo que realmente les asusta es la idea de unas elecciones libres y justas”, aseguró una fuente diplomática a CiberCuba, tirando por tierra la falsa imagen de “soberanía” que tanto repite el castrismo.
También recordaron lo que ya el pueblo sufre en carne viva: apagones, hambre, falta de medicinas, transporte en ruinas y un gobierno que prefiere controlar que cuidar.
Mientras los voceros del régimen gritan “injerencia”, Hammer sigue caminando barrios, escuchando a la gente, reuniéndose con familias, opositores y ahora también con ancianos desamparados. Su agenda no tiene miedo, y su mensaje es claro: Estados Unidos no le habla al poder, le habla al pueblo.
Desde la embajada en La Habana, reiteraron el compromiso de seguir apoyando a la sociedad civil cubana y promoviendo los derechos humanos, con o sin el beneplácito del Partido Comunista.
Así, mientras en la Plaza se ofenden porque un diplomático muestra compasión, en Bejucal se agradece el gesto. Porque en una Cuba donde todo escasea, la solidaridad se vuelve un acto de rebeldía.