En el corazón del llamado Reparto Eléctrico, en La Habana, se vivió una escena que parece salida de un cuento distópico… pero no, es la triste realidad del cubano de a pie en pleno 2025. Una paciente necesitaba con urgencia un electrocardiograma, pero el policlínico estaba apagado como bombillo fundido: sin corriente, sin planta de emergencia y, por supuesto, sin respuesta oficial.
Ante el abandono institucional, fueron los propios vecinos quienes pusieron el pecho, literalmente. Uno de ellos llevó su planta eléctrica personal al centro médico, cargándola en un coche tirado por caballos. El momento fue captado en video y compartido en redes sociales, dejando al descubierto el nivel de colapso sanitario que sufre Cuba.
“Vecinos trayendo una planta para poder hacer un electro en el policlínico de Reparto Eléctrico, porque no hay ni planta, ni corriente, ni vergüenza”, se escucha decir a una voz con tono de rabia contenida mientras graba al hombre empujando la planta por el pasillo del centro médico.
Según el testimonio, la paciente presentaba signos evidentes de un problema cardíaco. Pero la única opción real que tenía era esperar a que el barrio entero hiciera lo que no hace el Ministerio de Salud Pública: resolver.
Una planta sobre un coche de caballos, recorriendo las calles de La Habana, escoltada por ciudadanos desesperados, ha pasado a ser el símbolo de una Cuba donde el sistema médico, alguna vez vendido como “potencia mundial”, hace aguas por todas partes.
Este caso no es un hecho aislado. Cada vez son más frecuentes los reportes de partos en salas sin luz, cirugías a la luz de linternas y pacientes que mueren porque no hay cómo conectarles un simple equipo vital. Y mientras los hospitales se caen a pedazos, las autoridades siguen vendiendo la imagen de una salud “gratuita y garantizada”.
En muchos centros de salud del país, las plantas eléctricas no sirven por falta de mantenimiento, batería o combustible. Pero en este caso, ni siquiera había una planta que fallara. Simplemente, no existía. Y eso, en un policlínico ubicado en un barrio que irónicamente se llama “Eléctrico”.
La indignación en redes no se hizo esperar. “Esto es lo que hemos llegado a ser. Que un electro dependa de que un vecino tenga planta y quiera prestarla”, escribió un usuario. Otros hablaron de “vergüenza nacional”, de “humillación”, de “Estado fallido”. Y no les falta razón.
La frase que se repite como un mantra en el video —“Ni corriente, ni planta, ni vergüenza”— no es solo una crítica. Es un grito colectivo de un pueblo agotado, que sigue arrastrando su país sobre una carreta… mientras el gobierno, ajeno y sordo, sigue paseando su propaganda por el mundo.