La pesadilla eléctrica en Cuba no tiene fin, y este domingo 22 de junio el Sistema Eléctrico Nacional volvió a crujir por los cuatro costados. La Unión Eléctrica (UNE), siempre fiel al guion del desastre, admitió que el sábado se alcanzó un déficit brutal de 1,880 MW, el segundo mayor apagón registrado en tiempos recientes, y 110 MW por encima de lo que ellos mismos habían previsto. Otra muestra de que ni planifican bien el caos.
Como ya es habitual, la culpa la echan a la “alta demanda” y a “salidas imprevistas”, esta vez la de la unidad 1 de la termoeléctrica de Santa Cruz. Pero lo que no dicen es que este sistema está al borde del colapso por años de abandono, mala gestión y la corrupción de un régimen que ha dejado al país apagado, literalmente.
A las 7:00 de la mañana del domingo, la realidad era dura: solo 1,820 MW disponibles para una demanda de 2,958 MW. Eso dejó un hueco de 1,138 MW y se esperaba que para el mediodía la situación empeorara aún más. Por la noche, cuando la demanda alcanza su pico, se proyectaba un déficit de hasta 1,750 MW, o sea, otro apagón gigante cocinándose al calor del desgobierno.
Una red eléctrica que ya no aguanta más
En la práctica, el sistema eléctrico cubano está sostenido con alfileres oxidados. De acuerdo con la UNE, se perdieron 837 MW solo en la generación distribuida, con 93 centrales paralizadas por falta de combustible y otros 92 MW fuera por escasez de aceite. Y por si fuera poco, cinco plantas térmicas también están fuera de juego, entre ellas las de Mariel, Felton, Santa Cruz, Cienfuegos y Renté. Todo un mapa del fracaso energético.
Mientras el país se cocina bajo un sol abrasador y sin ventiladores que lo enfríen, la UNE se jacta de que los 16 parques solares aportaron 1,808 MWh. Pero lo cierto es que ese aporte no resuelve ni un par de manzanas. Es, como quien dice, una gota de sol en un océano de oscuridad.
Cuando el apagón se vuelve costumbre y la rabia crece
El propio José Miguel Solís, periodista de corte oficialista, reconoció que el sábado vivimos el segundo apagón más grande registrado en la historia reciente, superado solo por el del pasado 23 de abril, cuando la cifra alcanzó los 1,901 MW. Y de los 12 mayores apagones reportados, cinco han sido en abril y tres en junio, lo cual deja claro que no estamos frente a un bache ocasional, sino ante un colapso sostenido y cada vez más profundo.
En medio de todo esto, el pueblo cubano no se traga las cifras de la UNE. Cada vez más voces denuncian que los datos son manipulados, disfrazados o simplemente inventados para maquillar la verdadera magnitud del desastre. Pero la realidad no se puede esconder: los apagones son más largos, más frecuentes y más desesperantes.
Y mientras la cúpula del poder sigue en su burbuja, la gente en la calle sobrevive entre velas, calor, frustración y una rabia que no cabe en las estadísticas. Porque el apagón en Cuba no es solo eléctrico. Es moral, económico, político… y empieza en la oficina donde el régimen desconectó hace rato la voluntad de servir al pueblo.
En la Isla, la oscuridad no es solo falta de luz. Es el símbolo de un sistema que ya no enciende ni una esperanza.