Como si no bastara con el escándalo del tarifazo que ha incendiado las redes y la paciencia del pueblo, ahora Sybel Alonso Baldor, vicepresidenta de Operaciones de Red de ETECSA, ha salido a justificar lo injustificable: los precios abusivos del servicio de telecomunicaciones en Cuba, uno de los más caros e ineficientes del continente.
En un post en X (antes Twitter), la funcionaria intentó vender humo con cifras técnicas: que si los dos cables submarinos, que si las 5,600 radiobases, que si los ocho millones de líneas móviles… pero olvidó lo más importante: la gente.
“Necesitamos sostener todo esto para que los cubanos sigamos conectados al mundo”, soltó con tono heroico, como si conectar a un pueblo a paso de tortuga, a precios impagables y con censura incluida fuera un logro revolucionario.
Pero la realidad no se pinta con numeritos. Aunque ETECSA se vanaglorie de su “infraestructura”, la conexión en Cuba sigue siendo una pesadilla: lenta, cara y controlada. La mayoría de los usuarios no puede darse el lujo de hacer una videollamada sin quedarse sin datos, y los que logran navegar lo hacen a cuentagotas, dependiendo de recargas desde el extranjero. Eso no es conectividad, eso es dependencia disfrazada.
El internet en Cuba es un lujo que solo algunos pueden pagar
Decir que hay “ocho millones de líneas móviles” suena lindo en el papel, pero ¿cuántas de esas realmente sirven para conectarse con libertad y frecuencia? En la práctica, los datos se cuidan como si fueran oro, los megas se miden con lupa, y los cubanos tienen que decidir entre mandar un audio o ahorrar para el almuerzo.
Y por si fuera poco, el acceso sigue censurado. Muchas páginas siguen bloqueadas, los contenidos incómodos al régimen no cargan, y la vigilancia digital es una constante. Así que eso de “estar conectados al mundo” es otro cuento para dormir ingenuos.
Tarifas de infarto, en un país donde el salario no alcanza ni para sobrevivir
ETECSA insiste en hablar de sostenibilidad como si fuera una empresa de Silicon Valley. Pero, ¿dónde están los números reales? ¿En qué se gastan los ingresos millonarios de recargas y paquetes? ¿Por qué no hay un plan claro que proyecte una rebaja real de tarifas o una mejora de calidad? Todo se reduce al mismo discurso vacío y triunfalista de siempre, mientras el pueblo aguanta los apagones digitales y la mordida constante al monedero.
El nuevo tarifazo, impuesto en mayo, es un despropósito tan brutal que hasta desde la izquierda lo han criticado como una copia barata del modelo neoliberal que supuestamente el castrismo condena. Irónico, ¿no?
Cuando se acaba el paquetico mensual de apenas 6 GB, el cubano se queda colgado. Y para seguir navegando tiene que rascarse con recargas que cuestan más que un salario entero, en una moneda –el CUP– que no vale ni para comprar aire.
“Ofertas” que no convencen a nadie
En medio del rechazo general, la empresa lanzó dos supuestas ofertas nuevas: una de 2 GB por 1,200 CUP (una burla disfrazada de rebaja), y otra de 6 GB por 360 CUP, reservada solo para estudiantes universitarios. Pero hasta esa tiene letra chiquita: hay que tener 18 años, ser titular de la línea y estar aprobado por la universidad. Otro filtro más, otro parche cosmético que no resuelve el fondo del problema.
Del fraude al descaro: justifican el robo con incompetencia
Y como si faltara algo para el colmo del cinismo, la propia presidenta de ETECSA confesó que han perdido el 60% de sus ingresos en cuatro años por “fraudes” en las recargas del exterior. ¿Y entonces? ¿Ese es el pretexto para subirle los precios a un pueblo que apenas puede comer?
Para el economista Pedro Monreal, todo esto no es más que una muestra descarada de incompetencia: ¿cómo es posible que un fraude de semejante magnitud ocurriera durante más de tres años sin que nadie en la empresa ni en el gobierno hiciera nada?
La respuesta es simple: el descontrol es tan grande como la falta de vergüenza. Porque mientras los jefes siguen justificando su ineficiencia con tecnicismos, el cubano de a pie sigue apagando su internet y su dignidad al mismo tiempo.
ETECSA no necesita más cables, necesita decencia. Y el pueblo cubano necesita una conexión justa, libre y accesible, no otra vía para seguir siendo exprimido.