En Cuba, ya ni hace falta ver el parte de la Unión Eléctrica para saber cómo va el día: si sudas más de la cuenta y no puedes cargar el teléfono, es porque estamos, otra vez, sin corriente. La crisis energética no solo llegó para quedarse, sino que parece haberse declarado residente permanente… y justo en verano, cuando más la necesitamos.
El sábado 21 de junio fue otro capítulo de esta pesadilla eléctrica. La UNE soltó uno de esos partes que ya parecen plantillas: “déficit de generación de 1,880 megawatts”. Esa cifra, para muchos, suena a chino, pero en la práctica significa apagones largos, cansancio, comida que se pierde y noches sin dormir. Solo el 23 de abril fue peor, cuando se alcanzó el récord histórico de 1,901 MW de déficit. Sí, estamos rompiendo récords… pero de los malos.
Ya hay quienes describen esta situación como un “laberinto sin salida”. Cada día parece un episodio nuevo de una serie que nadie quiere seguir viendo. El sábado entero y la madrugada del domingo estuvieron marcados por afectaciones eléctricas, porque se cayó otra unidad generadora sin avisar. Esta vez fue la unidad 1 de la termoeléctrica de Santa Cruz. Y la cosa sigue mal: la demanda sobrepasa por mucho la poca capacidad disponible.
El domingo no pintó mejor. En la mañana ya había un hueco entre lo que se necesita y lo que se puede generar. Y por la noche, durante el famoso “horario pico”, la afectación alcanzó los 1,750 MW. ¿Traducción? Miles de hogares a oscuras, ventiladores apagados y paciencia al límite.
Pero lo peor no es la cifra: es la reacción de la gente. Nadie se traga los partes de la UNE. En redes sociales se repite lo mismo: “¡No se aguanta más!”, “Esto es una tortura”, “Cada día es peor que el anterior”. Y no es drama: en provincias como Granma, Matanzas o Guantánamo, hay apagones de hasta 24 horas, con “alumbrones” que apenas duran una o dos horitas.
Lo que más duele es que parece que ya normalizamos esta locura. Una usuaria lo dijo claro: “No queremos más justificaciones, queremos soluciones. Esto es inhumano”. Otros se quejan de que mientras algunos tienen corriente casi siempre, otros no ven una bombilla encendida en todo el día. La desigualdad eléctrica, como si no tuviéramos suficiente con la económica.
Hasta el periodista oficialista José Miguel Solís tuvo que admitir la gravedad del asunto: 5 de los 12 peores apagones de la historia fueron en abril… y 3 en junio. ¿El sábado 21? Segundo lugar en el podio del colapso.
Y mientras tanto, la gente sobrevive como puede: abanicos chinos que no dan abasto, niños que no pueden dormir por el calor, ancianos descompensados, y alimentos que van directo a la basura. “No es vida”, repiten una y otra vez. Y lo más triste: ya no hay ni esperanza.
Muchos han pasado de la queja al sarcasmo. Uno escribió: “Si vamos por más, que sea por más oscuridad”. Otro propuso una medida creativa: “Que el Consejo de Estado se reúna sin aire acondicionado. Si piden resistencia, que resistan con nosotros”.
La UNE sigue prometiendo mejoras. Pero la realidad, esa que se vive a oscuras, con calor y sin respuesta, se encarga de desmentirlo todo. Cuba no está al borde del colapso eléctrico. Ya está dentro de él. Y la única luz al final del túnel… parece apagada también.