Apenas un día después del show mediático que armó Díaz-Canel en su visita relámpago por Río Cauto, en la provincia de Granma, la cruda realidad le reventó en la cara al régimen con un suceso trágico y estremecedor: una menor fue asesinada en circunstancias que aún no han sido esclarecidas. Y lo peor, el principal sospechoso —conocido por todos como “El Ruso”, un hombre con amplio historial delictivo— sigue prófugo.
La comunidad amaneció el viernes completamente sacudida por la noticia. Lo que debía ser un día cualquiera se convirtió en una pesadilla colectiva. Hasta el momento, no se ha divulgado el nombre de la víctima, y las autoridades no han confirmado si había algún vínculo familiar entre ella y el presunto asesino, lo cual solo aumenta la angustia y el desconcierto de quienes viven en la zona.
“El Ruso”, conocido por su prontuario, desapareció tras el crimen y hasta ahora no ha sido capturado, lo que ha encendido todas las alarmas en el municipio. Los vecinos están con el alma en vilo, no solo por el horror del hecho, sino por la sensación de desprotección total que se vive cuando ni siquiera en su propia comunidad pueden sentirse seguros.
Lo más irónico, y a la vez indignante, es que este crimen ocurrió menos de 24 horas después de que el presidente designado pisara esa misma tierra con su habitual comitiva de escoltas, cámaras y promesas vacías. Mientras el aparato propagandístico se desvivía por vender la imagen de un país en pie, la realidad mordía fuerte donde más duele: en la pérdida irreparable de una niña.
Y una vez más, el silencio oficial reina. Ni un pronunciamiento serio, ni una explicación convincente. Solo evasivas y complicidad institucional con el abandono. Porque si algo ha demostrado este sistema es que solo se mueve cuando se trata de controlar, callar o reprimir. Pero cuando toca proteger vidas, ahí sí no aparecen.
Desde este espacio, enviamos nuestro más sincero pésame a la familia de la víctima. Que encuentren consuelo en medio de tanto dolor, y sobre todo, que tengan justicia. Aunque en un país donde el desgobierno es la norma, conseguir justicia real es casi un acto de fe.