En pleno calor abrasador de La Habana, con apagones que superan los 1 700 MW y cuerpos sudorosos buscando agua, este miércoles se dejó ver el imponente yate Lady First, con bandera de Islas Caimán, surcando la bahía como un faro de privilegios inalcanzables.
🌞 Un contraste brutal: lujo en el mar, crisis en la tierra
Mientras el país se quiebra con cortes eléctricos y falta de lo más básico, la espectacular silueta gris oscuro del Lady First, un superyate de 40 m construido por Riva en 2023, no solo brillaba bajo el sol, también remarcaba la brecha de una élite que sigue viviendo en otra dimensión.
Un grupo de policías resguardaba la embarcación desde temprano, mientras desde tierra, una mujer se preguntaba: “¿Quién habrá venido en ese yate?” Al otro lado, un joven murmuraba con amargura: “Ahí sí hay billete”, señalando el salón principal con sus sofás lujosos, aire acondicionado y wifi potente.
🛥️ Ingeniería y ostentación
Este flybridge de bandera extranjera cuenta con 5 suites para 11 invitados y 7 tripulantes, además de un lujoso beach club de 60 m², jacuzzi en cubierta, bar exterior, Wi‑Fi satelital y aire acondicionado, todo lo necesario para disfrutar sin pisar una cola.
Propulsado por dos motores MTU, alcanza cruceros de 17 nudos y picos de hasta 22 nudo. En sus aguas se vieron motos acuáticas, seabobs, kayaks y más, juguetes que simbolizan un mundo donde la diversión se mide en dólares, no en sacrificios.
💲 Costo de otra galaxia
200 000 USD por semana — ese es el precio del Lady First durante la temporada, según los brokers . Una cifra que hiere cuando, al mismo tiempo, miles de cubanos temen que su refrigerador deje de funcionar con el apagón.
📍 Presencias contradictorias
El Lady First había estado recientemente en Key West y Miami, puertos del exilio cubano. Su llegada a la capital cubana, en tiempos donde los turistas escasean y los discursos entre EE.UU. y Cuba se tensan, suena a mensaje: el lujo sigue llegando, sin importar el colapso nacional.
🎭 Dolce Vita… ¿para quién?
En el muro del Malecón, se lee la inscripción “Dolce vita”, como una burla poética al pueblo que sufre. Una anciana con su nieto, armados con un cartel de cartón y un abanico improvisado, contemplan cada detalle del “platillo volador”, recordándonos que esas vidas privilegiadas no pertenecen a este mundo.