En pleno corazón de La Habana Vieja, justo donde las ruinas coloniales chocan con las ruinas sociales del castrismo, el régimen cubano se anotó otra escena para el archivo de la vergüenza: este viernes, el MININT desmanteló una farmacia clandestina tan surtida, que dejaba en ridículo a cualquier botica estatal de la isla.
El operativo ocurrió en la calle Cienfuegos, entre Corrales y Apodaca, y fue cubierto por medios oficialistas como el Canal Habana, que no pudieron disimular la magnitud del hallazgo: más pastillas que en todo un policlínico, más productos que en una farmacia internacional, y más dinero del que ve un médico cubano en toda su vida.
Los vecinos, que venían denunciando la venta ilegal de medicamentos desde hace tiempo, aseguran que aquello era un ir y venir constante de personas cargando y sacando bolsos. Una escena que ya se había normalizado, porque cuando el Estado no provee, el mercado negro florece.
“La cantidad de medicinas era para no creérselo”, soltó una residente. Fármacos nacionales, importados, controlados, básicos, de todo un poco… y a precios de espanto. Lo que en la farmacia oficial cuesta 20 pesos, allí se revendía por cientos. Pero claro, cuando el sistema te obliga a elegir entre tu salud o pasar hambre, hay quienes lucran sin escrúpulos.
Durante el registro, las autoridades incautaron más de 200 mil pesos cubanos, dos cajas fuertes, una máquina para contar billetes (¡sí, como en las narconovelas!) y cerca de 20 maletines repletos de medicamentos.
El MININT celebró la acción como un golpe al delito. Pero la verdad es que esto no es un caso aislado, es el retrato de una realidad podrida hasta el tuétano. La farmacia clandestina de Cienfuegos es apenas una entre muchas otras que han proliferado en medio del desabastecimiento brutal, la ineficiencia y la corrupción que carcome al sistema de salud cubano.
La gente no trafica antibióticos por gusto. Lo hace porque en las farmacias estatales no hay ni alcohol.
“Es una falta de respeto que mientras en los hospitales faltan hasta las gasa, haya gente forrándose con medicamentos que deberían ser para el pueblo”, comentó una usuaria en redes sociales. Y tiene toda la razón.
En un país donde las madres rezan por conseguir dipirona y los ancianos deben hacer cola por un antihipertensivo, este tipo de redes clandestinas no solo son previsibles… son consecuencia directa de un sistema que abandonó hace rato a su gente.
¿Y el gobierno? Ocupa titulares con operativos, pero no con soluciones.
En vez de apagar el fuego con represión y más controles, tal vez deberían preguntarse por qué los cubanos tienen que recurrir al mercado negro para sobrevivir. Pero claro, eso sería reconocer que la “potencia médica” es otra mentira más del castrismo.
Mientras tanto, la salud pública sigue cayéndose a pedazos, y el dolor del pueblo se convierte, una vez más, en mercancía.