En un país donde cada día cuesta más respirar con dignidad, ahora hasta la sangre ha entrado en el mercado negro. Sí, como si fuera una croqueta en la esquina o un celular de segunda, los cubanos están vendiendo y cambiando su sangre en grupos de Facebook. El escenario no puede ser más crudo ni más revelador del colapso del sistema: de un lado, gente joven ofertando su tipo sanguíneo como si estuviera rematando un par de zapatos; del otro, familias desesperadas, pidiendo con lágrimas lo que debería ser un derecho garantizado por el sistema de salud.
Se leen cosas como esta: «Dono sangre AB+, soy saludable, sin enfermedades ni vicios». O peor aún: «Cambio donación O+ por un móvil 4G, preferiblemente Redmi 9A. Nada de Samsung, solo como último recurso, y nada de J2 ni J3». ¿Qué clase de país obliga a sus ciudadanos a negociar con su propia sangre para sobrevivir?
Mientras tanto, los enfermos sufren en silencio. Como la abuela Esperanza Pérez, ingresada en Hematología del hospital Camilo Cienfuegos, en Sancti Spíritus. Tiene leucemia mieloide aguda y ha necesitado transfusiones en tres ocasiones. Su nuera Dania lo resume con dolor: “La primera vez no había sangre, la resolvimos con un vecino. La segunda, gracias a un amigo que vio la publicación en Facebook. La tercera, milagrosamente, el banco tenía”.
El Estado, ausente; el negocio, encendido
Esto no es nuevo. La compraventa de sangre —tanto en redes como afuera de los hospitales— es ya un fenómeno normalizado. Se pide a gritos una donación en las plataformas digitales, pero quien responde, muchas veces lo hace con un número en la boca: “5 mil, 9 mil, 12 mil pesos…”. Y otros, más “emprendedores”, piden dólares.
“Coño, aflojen. Están pidiendo hasta 50 dólares. Ya esto no es una necesidad, es un negocio”, decía un usuario que claramente no aguantó más ver cómo la necesidad ajena se volvía fuente de lucro.
Pero ¿cómo se llega a esto? Fácil: cuando el sistema colapsa, lo que era donación se convierte en moneda de cambio. Y cuando el Estado desaparece, el trueque desesperado ocupa su lugar. La sangre, que debería circular por humanidad, hoy circula como mercancía.
Las cifras que desangran al sistema
Los números no mienten. En 2020, en Cuba se reportaron más de 357 mil donaciones voluntarias. Para 2023, esa cifra se desplomó a 254 mil. Son más de 100 mil donaciones menos. Solo en Sancti Spíritus, el desplome fue de casi la mitad: de 13,634 donaciones en 2021, se pasó a solo 7,252 en 2024. Un retroceso escandaloso.
Y eso que antes se motivaba al donante. Le daban su módulo de comida, su pulóver, un reconocimiento. Hoy ni café tienen para ofrecer en el Banco de Sangre. ¿Cómo quieren que el pueblo done algo tan valioso como su sangre, si ni un buche caliente le pueden dar a cambio?
Raumara Ramos, una de las trabajadoras del sistema, lo admite sin filtro: “Los voluntarios no van. Solo vienen los familiares. Antes se hacía la jornada del donante… ahora ni eso”. Y Maikel Ruballo, desde Taguasco, dice lo mismo: “Cuando no tenemos qué darle a la gente, nos dicen: pues no dono”. Así, el humanismo revolucionario termina en un simple “¿qué hay pa’ mí?”.
Negocios turbios a la vista… y nadie investiga
No hay que ir muy lejos para ver cómo funciona el “emprendimiento cubano versión 2025”. En la puerta del Banco de Sangre Provincial de Sancti Spíritus, una mujer organizaba grupos, hablaba por teléfono, y luego los presentaba como familiares donantes. Nadie supo con certeza si había dinero de por medio, pero todos lo pensaron. Hasta el jefe de Administración del centro, Gerardo Martínez, reconoció que la escena era “rara” y les llamó la atención, aunque sin pruebas no hubo más.
Pero el problema no es solo lo que se ve, es lo que se ha permitido que florezca. El Programa Nacional de Sangre está desangrado. Falta credibilidad, falta gestión, falta ética… y lo que abunda es un sistema incapaz de movilizar ni siquiera la solidaridad.
En Cuba, hasta la sangre se vende… y el régimen calla
Este no es un tema menor. Aquí no se trata de ideología, sino de vida o muerte. Pero como todo en Cuba, el silencio oficial pesa más que la urgencia ciudadana. La Revolución que se ufanaba de su salud “gratuita y universal” hoy deja a sus ciudadanos mendigando sangre como si estuvieran pidiendo limosna en la calle.
Y lo más triste es que mientras eso pasa, los dirigentes siguen hablando de “bloqueo” y “resistencia creativa”, mientras un cubano común tiene que escoger entre salvar a su abuela o guardar sus pesos para la comida de mañana.