Mientras en las calles de la isla la gente hace cola para un litro de aceite o una libra de arroz, el régimen de La Habana anda celebrando “saltos históricos” por la llegada de unas cajas desde China. Air China realizó esta semana su primer vuelo de carga hacia Cuba, dentro de la ruta Pekín-La Habana, y para el oficialismo eso basta para inflar el pecho y armar una ceremonia oficial.
El propio ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, fue el encargado de anunciar la noticia en Facebook, como si se tratara del descubrimiento del agua tibia. Según él, este primer envío representa “un avance clave” en las relaciones aéreas con China. La realidad, sin embargo, es otra: el castrismo se aferra a la ayuda de sus aliados políticos mientras el país se hunde en la escasez más brutal de las últimas décadas.
Desde el 17 de mayo, la aerolínea estatal Air China conecta ambas capitales con dos vuelos semanales, haciendo escala en Madrid. Esta semana, además del transporte de pasajeros, se inauguró la modalidad de carga, lo cual fue recibido por funcionarios cubanos con bombos, platillos y un embajador chino sonriente.
“Un paso más para convertir a Cuba en un centro logístico regional”, repiten desde las oficinas del Partido como si repitiendo el cuento se volviera realidad. Pero lo cierto es que ni con tractores prestados ni con aviones cargados de cajas desde China, la dictadura logra frenar el desastre económico que ha provocado con décadas de mala gestión y centralismo ideológico.
Mucho humo y poca mercancía
Según Rodríguez Dávila, este tipo de operaciones abre la puerta a futuras exportaciones hacia el mercado asiático y acerca al régimen a su sueño eterno de convertir a Cuba en una “plataforma comercial del Caribe”. Pero eso suena a chiste en un país donde no hay ni materia prima para fabricar un clavo, y donde las exportaciones son mínimas, cuando no ficticias.
Lo cierto es que la ruta de Air China tiene un objetivo más político que económico. Esta conexión aérea se suma a una lista de iniciativas diseñadas para mantener el barniz de “relaciones estratégicas” entre Beijing y La Habana, en momentos en que la isla depende cada vez más de sus socios autoritarios para sobrevivir.
Ya desde principios de año se había anunciado la entrada de esta nueva ruta, que combina vuelos de pasajeros y carga. Aunque los boletos no son nada baratos —y las escalas eternas, como ya han reportado varios usuarios—, el interés del régimen no está en promover el turismo ni facilitar el comercio, sino en reforzar su dependencia de China como salvavidas geopolítico.
¿Y para el pueblo, qué?
Mientras los funcionarios aplauden el aterrizaje de aviones cargados de promesas, los cubanos siguen sin medicamentos, sin comida, sin transporte y sin futuro. El régimen puede hablar de cooperación logística, de nodos regionales y de “visión estratégica”, pero en los barrios la única realidad que se palpa es la del hambre y la desesperanza.
La verdadera carga que llega del extranjero no está en los contenedores, sino en la propaganda. Una propaganda que intenta vender como “avance histórico” un vuelo de mercancías, cuando lo que realmente urge es un cambio de sistema.
Porque mientras La Habana se llena de discursos vacíos y acuerdos con dictaduras, el cubano de a pie sigue empujando carretillas vacías y cocinando con leña, esperando, tal vez, que algún día lo que llegue del extranjero no sea otra maniobra del régimen para ganar tiempo… sino una verdadera oportunidad de libertad.