El romance político entre Moscú y La Habana sigue dando frutos… aunque no para los cubanos. Esta vez, el nuevo capítulo de la novela llega con el anuncio de un programa de recreación y “rehabilitación” para niños rusos en territorio cubano, en medio de una isla que apenas puede alimentar a los suyos.
Según reportó el sitio oficialista Cubadebate, la idea fue presentada en Moscú por Serguéi Ribálchenko, alto funcionario de la Cámara Cívica rusa, durante una mesa redonda sobre cooperación con América Latina. El enfoque parece inocente: traer niños rusos a disfrutar de sol, playa y “rehabilitación” en la Cuba que ellos pintan como paraíso caribeño.
“Si los niños hacen amigos allí, eso después se convierte en lazos de futuro”, dijo Ribálchenko, dándole un barniz diplomático a lo que, en esencia, es otro intento de Moscú por colarse estratégicamente en el patio trasero de EE.UU. usando la isla como plataforma.
Pero el asunto va más allá de los paseos en catamarán. También se mencionó que niños cubanos viajarán a San Petersburgo para aprender ruso, y se propuso incluso un campamento internacional BRICS para menores. Todo esto mientras en Cuba las escuelas se caen a pedazos, los maestros emigran por hambre y los niños de aquí aprenden más de apagones que de idiomas extranjeros.
La guinda del pastel: homenaje a Fidel y cooperación “médica”
Durante el mismo evento en Moscú, se soltó otra perlita: los míticos veleros Krusenstern y Sedov podrían atracar en Cuba en 2026, como parte del centenario de Fidel Castro, ese mismo dictador que hundió al país en seis décadas de miseria. Un homenaje flotante, financiado por un Kremlin nostálgico del comunismo soviético.
En paralelo, también se discutieron posibles colaboraciones en salud, biofarmacéutica, turismo médico y telemedicina. Palabras rimbombantes que parecen sacadas de un folleto propagandístico, cuando en Cuba falta hasta una jeringuilla en un hospital provincial, y donde conseguir un antibiótico depende más de suerte o “conexión” que del sistema de salud “gratuito”.
Mientras tanto, en Rusia también hay lío
No todo es miel sobre hojuelas. En mayo pasado, la Unión de Abanderados Ortodoxos, un grupo ultra conservador ruso, pidió que se prohíba enviar menores de ese país a Cuba porque en la isla se reconocen los matrimonios entre personas del mismo sexo. Sí, la misma Cuba donde el castrismo reprimió por décadas a los homosexuales, ahora es acusada por estos grupos de “libertina”.
La carta fue enviada por Igor Miroshnichenko, uno de los líderes de ese colectivo, a varios funcionarios del Ministerio del Interior ruso. Una muestra de que, aunque el Kremlin intenta usar a Cuba como pieza en su ajedrez geopolítico, ni dentro de su propio país hay consenso sobre ese romance ideológico tropical.
¿Y los niños cubanos? Bien, gracias…
Mientras los hijos del Kremlin vendrán a rehabilitarse bajo el sol caribeño, los niños cubanos siguen desayunando agua con azúcar prieta, si es que hay. En vez de priorizar programas reales para rescatar la infancia nacional —esa que camina kilómetros para llegar a una escuela sin merienda ni ventilador—, el régimen prefiere seguir prestando la isla como resort diplomático para sus socios internacionales.
Porque cuando se trata de propaganda, La Habana no falla. Pero cuando se trata de su propio pueblo, el castrismo siempre llega tarde… o no llega nunca.
