En Cuba, la justicia no baja con la balanza… baja con el mazo. Y lo ocurrido en Guantánamo es otro episodio de ese guion represivo que el régimen recicla cada vez que necesita mostrar “mano dura”.
El Tribunal Provincial guantanamero condenó este jueves a tres personas a 25, 20 y 17 años de cárcel, tras acusarlos de un asalto violento contra un campesino en Manuel Tames. Según la versión oficial, los implicados se habrían llevado más de tres millones de pesos tras emboscar al hombre cuando recogía su ganado en La Caridad de los Indios.
“Con el rostro tapado, lo golpearon, amordazaron, y hasta le encañonaron con un arma casera”, cuenta el medio oficialista Guantánamo y su Verdad. No faltaron los cuchillos ni la intimidación: todo un despliegue que la justicia del régimen aprovechó para dictar condenas ejemplarizantes… de esas que les encanta usar cuando necesitan dar un show.
¿Justicia o circo judicial?
El campesino, víctima del asalto, había reunido ese dinero durante dos décadas de trabajo duro en el campo. Y aunque el crimen no se discute, lo que verdaderamente salta a la vista es el uso político del caso: penas desproporcionadas, discurso de “peligrosidad social” y una sentencia que sirve más como lección colectiva que como proceso imparcial.
¿Casualidad? No lo parece. Justo esta semana, el régimen activó el Tercer Ejercicio Nacional para la prevención del delito, la corrupción, las drogas y las indisciplinas sociales, ese tipo de campaña masiva que organiza el Partido Comunista como si el país estuviera bajo sitio… y que no resuelve nada, pero sí pone a temblar a más de uno.
La política del miedo sigue en marcha
Este “ejercicio” del cual tanto alarde hacen no es más que otra estrategia de control: juicios relámpago, castigos exagerados y mucha propaganda en redes. Todo en manos del MININT, las estructuras del Partido y los medios oficiales que hacen el trabajo sucio de justificar el autoritarismo.
Y no es solo en Guantánamo. En Niquero (Granma) se armó otro juicio público con aire de escarmiento, mientras que en Santiago de Cuba una mujer venezolana fue sentenciada por tráfico de drogas con un discurso cargado de alarmismo internacional.
¿El objetivo? Sembrar miedo, marcar territorio y recordarle a la población quién manda.
Porque cuando la economía se desploma, el transporte no existe y el café es un lujo, el régimen saca a pasear su sistema judicial para que nadie se atreva a cuestionar nada.
Una dictadura no necesita leyes justas. Le basta con fiscales obedientes y tribunales dóciles.
Así, entre carteles de “Disciplina y Orden” y operativos policiales teatrales, el castrismo intenta sobrevivir apretando el puño. Pero cada vez le cuesta más esconder la realidad: el pueblo no confía en esa justicia que condena a los pobres y protege a los poderosos.