En el corazón de Miramar, uno de los barrios más exclusivos del oeste de La Habana, se alza el Hotel Gran Muthu Habana, una instalación que alguna vez ofreció ciertos servicios “alcanzables” para un pequeño grupo de cubanos con ingresos por encima del promedio. Pero eso ya es historia. A partir del próximo 1ro de julio, el hotel solo aceptará dólares estadounidenses para todos sus servicios, desde el bar y el restaurante, hasta el spa, el gimnasio y la peluquería. Una decisión que representa otro peldaño más en la escalada de la dolarización informal del país.
La noticia ha caído como un balde de agua fría sobre quienes, con mucho esfuerzo, accedían a estos espacios como válvula de escape al desgaste diario de vivir en una nación sumida en crisis. Servicios como el gimnasio del hotel, hasta ahora muy concurrido por cubanos, pasarán a costar 50 USD mensuales, o su equivalente en pesos cubanos según la tasa del mercado informal, es decir, unos 18,500 CUP al cambio actual de 370 pesos por dólar. Y no es cualquier detalle: esta es la primera instalación estatal que establece abiertamente una tarifa basada en el dólar informal, ignorando por completo el tipo de cambio oficial que aún finge sostener el régimen.
Un directivo del gimnasio, que accedió a hablar bajo condición de anonimato, confirmó que la decisión viene por “orientación superior” y que no solo afecta al hotel Gran Muthu Habana, sino que podría replicarse en otros hoteles del país. El argumento es, como siempre, la “necesidad de captar divisas”, pero la realidad es otra: el Estado ya ni siquiera disimula que su economía solo funciona si se mueve en dólares, y quienes no los tengan, quedan automáticamente fuera del sistema.
El Gran Muthu Habana, gestionado por la cadena india MGM Muthu Hotels en sociedad con el grupo estatal Gaviota —bajo control directo de GAESA, el consorcio militar más poderoso de Cuba—, opera en una burbuja diseñada para extranjeros y élites, donde la moneda nacional vale lo mismo que una servilleta usada. Desde su apertura en 2018, ha sido símbolo del modelo económico dual que relega a los cubanos a simples espectadores en su propio país. Ahora, con la dolarización oficializada en sus instalaciones, esa desigualdad se vuelve aún más grotesca.
¿Qué implica esto para el ciudadano común? Pues que si no tiene acceso a dólares —algo casi imposible para quienes viven de un salario estatal—, no puede acceder a ningún servicio. Ni una botella de agua en el bar, ni un corte de pelo, ni un día de piscina, mucho menos una membresía mensual para hacer ejercicios. Todo reservado para el que tenga billetes verdes, como si los cubanos no vivieran en Cuba.
La dolarización en Cuba no es nueva, pero cada vez es más descarada y brutal. Desde que el régimen reintrodujo el uso del dólar y del euro en tiendas MLC (Moneda Libremente Convertible), el acceso a productos básicos y servicios de calidad quedó secuestrado por una moneda a la que la mayoría no puede aspirar. Mientras tanto, el gobierno sigue pagando salarios en pesos devaluados y culpando al embargo estadounidense de todos sus fracasos, como si no fuera precisamente su gestión la que ha convertido a la moneda nacional en poco más que papel mojado.
Y ahora, con hoteles como el Gran Muthu adoptando sin pudor el cambio informal como referencia, la simulación económica se termina de caer. No hay política monetaria, no hay soberanía, no hay igualdad. Hay un país completamente fracturado, donde quien no tiene acceso a divisas está condenado al olvido.
Esta nueva medida es más que un cambio de tarifa: es una declaración de principios del régimen. Un mensaje claro que dice: “En esta Isla, el que no tiene dólares, que no estorbe”. Mientras tanto, la mayoría de los cubanos sobrevive entre apagones, escasez y colas interminables, viendo cómo sus espacios, sus servicios y hasta sus derechos les son arrebatados uno por uno, y vendidos al mejor postor en la moneda del enemigo.