Como si fuera una gran hazaña digna de portada, el régimen cubano anunció esta semana el regreso del tren hacia Expocuba, una ruta que llevaba años parada en seco. Eduardo Rodríguez Dávila, el ministro de Transporte que siempre aparece más en Facebook que en las paradas de guagua, fue quien soltó la “buena nueva”.
Según su publicación, el servicio arrancará otra vez el 2 de julio y operará desde la Estación Central de La Habana hasta el recinto ferial, con dos viajes diarios de miércoles a domingo. En palabras del funcionario, se trata de una “opción accesible y conveniente” para el verano… como si eso fuera a tapar la ruina generalizada del transporte en el país.
Dos trenes, 204 pasajeros y 20 pesos el boleto. Esos son los números que se usan para adornar una realidad mucho más oxidada. Porque detrás del show propagandístico de este regreso hay algo que no dicen: que tanto Expocuba como el resto de los “espacios recreativos” que mencionan —Parque Lenin, Botánico, Zoológico— están más muertos que vivos.
¿Qué sentido tiene ir a un lugar que parece escenario de película postapocalíptica?
El recorrido, que tomará 80 minutos con paradas en 12 estaciones, puede sonar pintoresco, hasta nostálgico. Pero más allá del pitazo del tren, lo que se escucha en las calles es el crujir de una infraestructura que no aguanta más. Las estaciones están cayéndose a pedazos, la señalización brilla por su ausencia y los coches, si no se quedan varados por el camino, es porque los empujan los mismos pasajeros.
Rodríguez Dávila dice que esto es parte de la “estrategia” para mejorar la movilidad urbana. Pero la verdadera estrategia del régimen parece ser entretener a la gente con migajas, mientras el país se hunde en apagones, escasez y colapso total.
Uno se pregunta si la intención es realmente ayudar a las familias, o solo llenar titulares en los noticieros con lo poco que todavía funciona a medias. Porque la realidad es otra: el cubano de a pie sigue sin opciones reales de transporte, las guaguas no dan abasto, los almendrones son lujo, y las bicicletas vuelven a ser símbolo de supervivencia.
Mientras tanto, parques como el Lenin, que en otros tiempos eran pulmón de esparcimiento para los habaneros, hoy parecen campos abandonados, con juegos rotos, bancos desfondados y áreas verdes secas o llenas de basura. Una postal triste del deterioro sistemático al que ha sido condenada la recreación en la isla.
Así que sí, el tren a Expocuba vuelve a andar… pero ¿a dónde lleva realmente? A un país que hace tiempo se descarriló. A un presente donde la propaganda sigue pintando éxitos donde solo hay ruinas. Y a una generación que ya no se deja engañar con viajes de fantasía cuando lo que quiere es futuro, libertad… y un poco de verdad.