Una verdadera «avalancha de cangrejos» puso patas arriba al tranquilo pueblo costero de Caletón, en el municipio Ciénaga de Zapata, donde cientos de estos crustáceos salieron en estampida por aceras, paredes y hasta dentro de las casas.
El espectáculo, que parece sacado de una película de ciencia ficción tropical, fue captado en video por la usuaria Eilis Raposo y compartido en Facebook, donde se hizo viral en cuestión de horas. En el video se puede ver cómo los cangrejos caminan como dueños del barrio, trepando por donde pueden, sin pedir permiso.
«Mi casa me la invadieron«, escribió Eilis, mientras se escucha a un vecino exclamar con sorna resignada: “Mira pa’ eso, nos vamos a quedar sin casa. Por lo menos cangrejos pa’ comer tenemos”.
Pero detrás de las risas y el saborcito criollo que nunca falta, hay un fenómeno natural serio y recurrente. Estos no son cangrejos cualquiera. Se trata de los famosos cangrejos rojos —o “zombies” como les llaman algunos—, que cada año migran en masa desde los bosques hacia el mar para desovar, justo cuando llegan las primeras lluvias fuertes de la primavera.
Caletón, por estar pegadito al mar y rodeado de áreas húmedas, es punto obligado en esta travesía. No es la primera vez que pasa, ni será la última. Lo mismo ha ocurrido en otros puntos del país como Trinidad, Caibarién, Morón o Gibara, donde los cangrejos incluso han llegado a meterse hasta en las camas.
Ahora bien, aunque parezca tentador echar uno de esos cangrejos a la cazuela, los expertos recomiendan ni tocarlos. A diferencia del cangrejo moro —que sí se puede comer— el rojo contiene tungsteno, un metal pesado que puede acumularse en el cuerpo y causar problemas serios de salud.
O sea, mucho ojo con convertir la invasión en comida, por muy apretada que esté la cosa.
Además del susto (y la tentación culinaria), los cangrejos son un verdadero dolor de cabeza para los choferes. Sus pinzas pueden perforar gomas y su paso masivo por las carreteras provoca accidentes o simplemente muertes en masa bajo las ruedas.
Las autoridades han pedido manejar con cuidado, sobre todo al amanecer y al caer la tarde, que es cuando más se lanzan al asfalto como si fuera su última misión.
A pesar del caos, los científicos piden respeto y paciencia. Esta especie cumple un rol vital en el ecosistema costero cubano, sirviendo de alimento a otras especies y participando en el ciclo natural de la vida marina. Así que, aunque su presencia moleste por unos días, forman parte del equilibrio ambiental.
Mientras tanto, en Caletón, la vida sigue… con patas, tenazas y carcajadas. “Por lo menos tenemos qué comer”, dicen algunos entre risas, aunque la ciencia les diga lo contrario. Y así, entre humor, incomodidad y una buena dosis de realismo mágico caribeño, el pueblo lidia con una temporada más de esta curiosa —y literal— marea roja.