En pleno 2025, el salario medio mensual en el sector estatal cubano apenas roza los 6,506.5 pesos cubanos, lo que, si lo llevamos al valor del dólar en el mercado informal (380 CUP), se traduce en apenas 17 tristes dólares. Una cifra que da vergüenza y que no alcanza ni para cubrir la primera semana del mes, mucho menos para vivir dignamente.
Los datos, publicados con todo el descaro por la propia Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), se presentan como un “logro”, ya que representan un aumento del 15 % respecto al año anterior. Pero en la vida real, ese aumento no vale nada frente a una inflación galopante, una moneda destruida y un país donde el pan ya no alimenta ni la esperanza.
En el sector empresarial se cobra un poquito más, con un promedio de 7,120 CUP, mientras que en el presupuestado —donde están los servicios de salud, educación y cultura— se gana menos: 5,850 CUP. O sea, los que educan, curan y sostienen lo poco que queda del país son los que peor cobran.
“Suministro de electricidad, gas y agua” encabeza la lista con 12,141 CUP mensuales, una ironía tremenda si consideramos los apagones interminables y los salideros que hay por toda la isla. La construcción y la minería completan el podio, mientras que al final de la cola se arrastran sectores como el comercio, la cultura y los servicios comunales, donde la gente se las ve negras para llegar al fin de mes.
Y ni hablar del impacto real en la calle: el salario mensual no alcanza ni para comprar una caja de pollo o una bolsa de detergente, mucho menos para cubrir una dieta mínima para un niño o un medicamento para un anciano.
Testimonios en redes sociales han hecho temblar la fachada del discurso oficial. Una doctora espirituana confesó que con su salario de maternidad no puede ni comprar una lata de leche para su hija. Otra maestra explicó que todo su sueldo se le fue en productos de aseo. Profesionales formados por años que hoy no pueden ni garantizar lo básico. Así de mal estamos.
La brecha entre provincias también se hace notar. La Habana sigue al frente con 6,449 CUP, seguida por Artemisa y Holguín, mientras Santiago de Cuba cierra el pelotón con 5,123 CUP, una cifra aún más deprimente en una provincia históricamente olvidada por el régimen.
Y por si fuera poco, el mismísimo Salvador Valdés Mesa —vicepresidente del país— reconoció públicamente que “con un salario de 6,000 pesos no se puede vivir”. Pero claro, ni una sola solución salió de su boca. Pura palabrería, como de costumbre.
Mientras tanto, la gente sobrevive en un sistema económicamente destrozado, con una moneda que cada día vale menos y un gobierno que sigue mirando hacia otro lado, aferrado a la retórica vacía mientras el pueblo se hunde en la miseria.
En Cuba, trabajar para el Estado es sinónimo de pobreza. Y lo más triste es que el salario no solo no alcanza, sino que se convierte en otra forma de castigo, un recordatorio constante de cómo la dignidad ha sido sustituida por la sobrevivencia.
