Este domingo, Ulises Toirac llega a sus 62 años con el corazón lleno de orgullo por todo lo que ha construido, no por lo que le han dado, sino por lo que ha forjado a golpe de talento, coherencia y, sobre todo, coraje.
Desde su muro de Facebook, el querido humorista cubano —y uno de los más filosos críticos del régimen— compartió una reflexión de esas que te remueven por dentro. Un texto honesto, sin maquillaje, donde deja claro que ha llegado a una etapa de su vida donde le importa menos el qué dirán y más lo que puede aportar desde su verdad.
“Estoy enamorado de lo que he logrado y orgulloso de cómo lo logré”, soltó con esa mezcla de ternura y firmeza que lo caracteriza. Y no, no está hablando de riquezas ni de fama fácil. Está hablando de coherencia, de principios, de haberle metido el pecho a la vida sin arrodillarse ante los poderosos.
Toirac ha dejado claro que el poder le repugna. No quiere cargos ni palmadas oficialistas. “El poder que emana del poder me da urticaria en el c*”**, dijo sin filtros, como solo él sabe hacerlo. Pero también afirmó que está dispuesto a dejarse la piel por defender aquello en lo que cree, por esas “imbecilidades” que él llama principios, y que en estos tiempos de cinismo resultan cada vez más valiosas.
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Confesó que su mayor pasión es escuchar al pueblo de verdad, estar presente donde duele, donde la desesperanza asfixia. Habló de su cercanía con personas al borde del abismo emocional y del compromiso que siente con la vida en todas sus formas: desde el suicida potencial hasta la mujer que camina erguida con dignidad, sin necesidad de exhibirse.
También dejó claro que es un amante empedernido de los animales y un devoto de la vida, de esa vida que no se compra ni se negocia, y que tantas veces ha sido pisoteada por un sistema que solo sabe sostenerse a base de represión y simulacro.
Y aunque no ha ganado todo el dinero que merecía —porque en Cuba, ya sabemos, el talento no siempre se paga, mucho menos si es incómodo—, Toirac asegura con convicción que el dinero jamás podrá comprar lo que él ha hecho por otros. Esa es su verdadera riqueza.
Para cerrar, lanzó una de esas declaraciones que llegan directo al alma: su amor por Cuba, por La Habana, por su gente. Para él, la capital no es solo un lugar; es una mujer herida pero fiel, vejada pero noble, que siempre lo recibió con los brazos abiertos, incluso cuando venía roto por dentro.
“Destruida, prostituida, vejada, engañada… La Habana es tan Nación como Cuba para mí”, escribió. Y con eso basta para entender que este hombre, más allá del escenario, es un cubano que ama a su tierra desde las entrañas, con todo y sus cicatrices.
Toirac nació un 29 de junio de 1963. Aunque se graduó de Ingeniería Eléctrica en la CUJAE, la vida lo empujó hacia el humor y el arte, y ahí ha dejado su huella indeleble. Desde hace años, sus publicaciones en redes sociales se han convertido en una trinchera desde la cual denuncia, se ríe, se duele y abraza a un país que, a pesar del desastre, sigue siendo suyo.
No es casualidad que el régimen le tenga la vista encima. Sus palabras, como cuchillas afiladas, desnudan la miseria moral de quienes gobiernan y le ponen voz a millones que ya no aguantan más.