El régimen cubano ha vuelto a desempolvar su maquinaria ideológica, esta vez con los más pequeños como protagonistas. En Santiago de Cuba, las llamadas Fuerzas de Acción Pioneril (FAPI) están de regreso, y lo hacen como un disfraz de “formación de valores” que, en realidad, esconde la explotación infantil en plena crisis nacional.
Durante los meses de julio y agosto, niños y niñas serán llevados a fábricas, centros de elaboración de alimentos y organopónicos, todo con la excusa de enseñarles «responsabilidad laboral». El canal local TurquinoTevé lo presentó como una gran oportunidad para que los pioneros “donen parte de sus vacaciones” a la causa revolucionaria. Así, sin sonrojo, hablan de voluntariedad mientras empujan a menores de edad al trabajo en nombre del bien común.
Una de las educadoras entrevistadas lo dijo sin tapujos: “Pueden trabajar en fábricas, en centros de elaboración de alimentos, etc., más en la comunidad”. Como si fueran adultos y no criaturas que deberían estar jugando, aprendiendo o simplemente descansando en sus vacaciones.
Los reportajes del régimen muestran a los niños limpiando escuelas, arreglando huertos o ayudando a restaurar mobiliario escolar. Uno de ellos, claramente instruido para la cámara, explicó con naturalidad cómo colaboraban en el organopónico “para ponerlo lindo”. Lo que no dicen es cuántos lo hacen por miedo, por presión, o porque no tienen otra opción.
En un país donde la inflación devora los salarios, los apagones dejan a las familias sin refrigeración ni respiro, y la comida escasea hasta en los mercados estatales, el gobierno se inventa estas iniciativas para disfrazar su fracaso económico con frases vacías como “conciencia social” y “crecimiento comunitario”.
El regreso de las FAPI no es más que una reedición del viejo libreto del sacrificio infantil por la revolución, una práctica que intenta venderse como «solidaridad» mientras se normaliza que los niños cubanos trabajen sin remuneración alguna en medio del verano más caliente —no solo por el clima, sino por la desesperanza que asfixia a las familias.
La Primera Secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas en Santiago declaró en 2024 que se busca “combinar el esparcimiento con labores productivas y de transformación social”. Pero la verdad es que no hay diversión cuando se usa a los menores como mano de obra barata para camuflar el hundimiento económico del país.
Esto no es desarrollo. Esto es propaganda con rostro infantil, otro intento del régimen por adoctrinar desde temprano y maquillar el desastre con sonrisas forzadas frente a las cámaras. Mientras tanto, miles de padres siguen luchando por alimentar a sus hijos, sin poder darles ni pan ni libertad.