En medio de apagones interminables y un internet más caro que nunca, el primer ministro cubano Manuel Marrero Cruz apareció este fin de semana en X (antes Twitter) con una convocatoria surrealista: que los cubanos salgan a defender al régimen… ¡en redes sociales!
“Que cada día sea una vindicación de Cuba”, soltó el funcionario, justo en el Día Mundial de las Redes Sociales. Pero claro, se refería a la Cuba de los discursos y no a la que sufre apagones de más de 20 horas, ni a la que apenas puede conectarse porque los datos móviles están por las nubes.
El mensaje de Marrero fue un eco del llamado de su jefe, Miguel Díaz-Canel, quien hace apenas unas semanas confesó que el castrismo llegó tarde a las redes y que ahora las ve como un campo de batalla político.
“Nos montaron el 11J con una operación mediática enorme. Nosotros en ese entonces casi no estábamos en redes”, reconoció Díaz-Canel en una entrevista publicada en el canal oficialista “Presidencia Cuba”.
Y sí, lo dijeron con orgullo: ahora sí están listos para dar la pelea digital. Pero lo que no cuentan es que su “batalla” se libra con un ejército de cuentas falsas, bots y funcionarios públicos obligados a escribir loas al sistema, mientras la represión digital se ceba con los que se atreven a decir la verdad.
Internet para los fieles; represión para los críticos
El castrismo no solo ha subido los precios del internet móvil a niveles absurdos —limitando las recargas a solo 360 pesos en 30 días, lo que no alcanza ni para ver un par de videos en TikTok—, sino que también ha endurecido la persecución a quienes se expresan libremente en redes.
El caso más reciente y escandaloso es el del activista Alexander Verdecia Rodríguez, coordinador de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) en Río Cauto, Granma, a quien la Fiscalía le quiere encajar 10 años de prisión solo por escribir publicaciones críticas en sus redes.
Fue detenido el 6 de febrero de 2025 y desde entonces está preso en la cárcel de Las Mangas, Bayamo. ¿Su crimen? Decir lo que piensa. Según el régimen, eso “atenta contra el orden constitucional”.
Su esposa, Eliannis Villavicencio, ha hecho pública la petición de condena, compartiendo fragmentos del documento fiscal que lo incrimina por ejercer un derecho básico: opinar.
Mientras tanto, los cubanos de a pie ven cómo les restringen el acceso a internet, les quitan la corriente sin previo aviso, y encima les piden que salgan a defender un sistema que los castiga por hablar.
¿Cómo se lucha en redes sin luz ni megas?
Lo irónico del llamado de Marrero y Díaz-Canel es que llega en un momento donde la mayoría de los cubanos ni siquiera pueden conectarse con regularidad. El acceso a las redes está condicionado por tarifas absurdas, apagones interminables y un control férreo de ETECSA, que vigila, censura y bloquea contenidos a conveniencia del régimen.
Pero claro, eso no detiene a los jerarcas del poder. Para ellos, la “batalla comunicacional” vale más que el derecho a la información, la libertad de expresión o incluso la justicia.
En Cuba, luchar en redes no es solo una metáfora: es jugarse la libertad. Mientras los altos cargos postean desde sus oficinas climatizadas, miles de cubanos arriesgan la cárcel por contar su realidad desde un móvil que apenas carga entre apagones.
Y eso, por más que lo disfracen de “estrategia comunicacional”, es represión digital.