La madrugada del domingo 29 de junio quedó marcada por el dolor en Cienfuegos. Dos jóvenes, Luardis Agulle Jiménez y Lester Leal, fueron brutalmente asesinados tras una riña a las afueras del bar “El 24”, dejando a toda la ciudad sumida en la rabia, la tristeza y el desconcierto.
Según versiones compartidas por testigos en redes sociales, los muchachos estaban compartiendo con su familia, incluyendo a una mujer embarazada y un niño pequeño, cuando fueron provocados por tres individuos que andaban borrachos y buscando lío. Intentaron calmar las aguas, pero todo se salió de control. Y en cuestión de minutos, la noche se convirtió en tragedia.
Lester fue llevado aún con vida al hospital, pero no resistió. El cuerpo de Luardis apareció poco después, ya sin signos vitales, tirado cerca del lugar de los hechos. Sus seres queridos, además de enfrentar la pérdida, tuvieron que lidiar con la indolencia de un sistema que ni para recoger un cadáver tiene recursos ni voluntad. Según denunciaron, el cuerpo de Luardis estuvo tirado más de una hora porque la policía y la funeraria alegaban que “no había petróleo” para transportarlo.
“Nosotros estamos rotos”: la rabia y el dolor reventaron en redes
La indignación se desbordó en Facebook. Amigos, familiares y vecinos exigen justicia, y algunos, desde el perfil “Díaz-Canel Singao”, lo dijeron sin tapujos: “Si la policía no responde, nosotros nos vamos a encargar de que estas muertes no queden impunes, cueste lo que cueste.” Esa frase lo dice todo. Ya la gente no cree en promesas ni en instituciones. La rabia va por dentro, pero también va tomando voz.
Un video del funeral de Luardis circuló entre los internautas, mostrando el dolor crudo de quienes lo amaban. “Ahí está la prueba”, decía el mensaje que acompañaba las imágenes. Toda una ciudad de luto, herida y desamparada.
Para colmo, ese mismo fin de semana otro asesinato estremeció Cienfuegos, lo que confirma lo que todos saben y nadie en el poder se atreve a reconocer: la violencia en Cuba va en aumento, y el Estado ha perdido el control de las calles.
Las leyes blandas, el desinterés estatal y la impunidad están desatando el caos
Mientras los presuntos asesinos siguen prófugos y las autoridades callan, el pueblo habla. En redes no paran los reclamos por el abandono, la inseguridad y la falta de respuestas reales. Gente como Jesús Ensenat lo dijo clarito: “Hay miedo. Las leyes están muy flojas. Usar un machete ya es moda.”
Muchos claman por castigos ejemplares. Algunos incluso piden el regreso de la pena de muerte como forma de frenar la violencia desatada. Y no es para menos: la sensación de impunidad crece y, con ella, la desesperanza.
Un Estado sin respuestas, una policía sin gasolina, y un pueblo sin justicia.
Cienfuegos llora a dos hijos más, y el régimen vuelve a demostrar su total desconexión con la realidad que sufren los cubanos de a pie. Mientras los poderosos viajan en caravanas y reparten ron y puros en el extranjero, en las calles de Cuba la sangre corre y nadie responde.
¿Hasta cuándo vamos a seguir enterrando jóvenes mientras el castrismo mira para otro lado? Porque cuando la vida pierde valor en un país, también se apaga lo poco que queda de humanidad. Y lo más triste es que el crimen no termina con el machete… también mata la indiferencia.
